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Adrián Ausín

Campo y playu

Castaño

 
(Los árboles del mi prau y los del vecín 2)

Mi rincón es mágico. Grandes piedras emergen de un suelo musgoso en un promontorio de la finca. Entre ellas, crecen robles y acebos, dejando un espacio central, que ocupo yo. Soy el único castaño en estos pagos, un tanto joven a tenor de mi distinguida escolta. A mis veintitantos años, he adoptado una forma singular. El tronco tiene un diámetro  de unos diez centímetros y las ramas se abren, graciosas, a partir de los dos metros aproximadamente, en un bamboleo a izquierda y derecha que parece ilustrar una ‘duda’ de crecimiento. Vivo en la sombra, en la distinguida sombra de robles, abedules y acebos. Esa falta de luz parece haberme generado zozobras y así voy danzando a un lado y otro sin mostrar una firme decisión de mirar al cielo, coronado por copas ajenas. Creo haber preferido cultivar una esbelta figura, recrearme en mi belleza, enseñorearme en este epicentro boscoso, dejando garra, fuerza y verticalidad a mis compañeros.
 
Soy un castaño joven. De pura raza asturiana. Mis hojas son dentadas, ovaladas, alargadas; más grandes que pequeñas. Entre ellas, a partir de una edad que aún no he alcanzado, crece mi fruto. Primero engorda un erizo verde con púas y cuando le llega la hora, lo arrojo al suelo, donde acabará abriéndose para dejar asomarse sus entrañas: las castañas. Esto ocurre allá por noviembre, el mes de los magüestos en Asturias. Castañas y sidra dulce. Crudas están un poco duras, de ahí que los humanos prefieran comerlas tostadas. Hubo un tiempo de escasez en el que, a falta de fabes, también abundaba el pote de castañas; ahora en desuso. Se cotiza mi fruta, se recoge y se vende. Tal es su abundancia en tierra asturiana que, junto a la manzana, ha acabado por convertirse en una seña de identidad. Y esa circunstancia, creo, me da una cierta ventaja sobre el roble, que sólo arroja bellotas para los cerdos. Yo alimento a la población y mi belleza no le va muy a la zaga a la de estos bellos quercus que me rodean.
 
En esta finca vivo en paz. Ocupo su mejor rincón. Su atalaya. Estoy protegido por los cuatro puntos cardinales. En el día más caluroso, que son pocos, la brisa está garantizada; en los ventosos delego las tensiones en otros; y cuando la lluvia arrecia, llega dosificada a mis hojas. Aquí, en San Miguel de Arroes, un día seré centenario, mi tronco se abombará y sobresaldrán en él cicatrices, arterias y oquedades. En ese tiempo futuro, quizás dé yo sombra a los demás. Pero esa será otra historia.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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