El valle de los animales (II) | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

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Adrián Ausín

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El valle de los animales (II)

Me despierto. Huele a madera húmeda y a sábanas ásperas. Giro un poco la cabeza hacia la ventana. Está entornada y el haz de luz que deja entrar se dibuja inclinado hasta el suelo. ¿Dónde estoy? Me cuesta recordar. Ah, sí. Llegué anoche a un pueblo sin nombre tras recorrer un valle plagado de animales, cené carne guisada y me acosté. Doy media vuelta y me protejo con la almohada de cualquier pensamiento adicional. No es hora de tomar decisiones. Es hora de desperezarse lentamente hasta que el cuerpo esté articulado de nuevo y la mente recobre lucidez. Un rato después, el tañir de un campanario reclama atención. Tan, tan, tan, así hasta once veces si no he contado mal. Igual ya no me dan de desayunar, pero se está tan bien. Apenas unos segundos después, otra vez: tan, tan, tan… Este despertador es tan amable; qué curioso no haber escuchado las diez, ni las nueve, ni las ocho, pese a la rotundidad de ese sonido en medio de la nada. Tan, tan, tan.

Encuentro en la cocina una hogaza, un trozo de mantequilla y café de puchero. No hay nadie. Aún se respira el aroma del fuego, pese a que la leña está consumida. Cuando acabo resurge el campanario, dando la media. Al salir del pueblo decido seguir alejándome del punto de origen. La calle central, agrietada y embarrada, está desierta. Creo ver movimiento tras una ventana. Sin embargo, nadie se asoma. Así que avanzo unos metros por el asfalto hasta tomar una bifurcación que lleva, por una senda, rumbo a un montículo cuajado de brezo y escobas. Allí me detengo para observar ese puñado de casas. Dos chimeneas expulsan un hilillo de humo. En una finca al lado del pueblo parece distinguirse un campesino junto a una veintena de vacas. Oigo ladrar a un perro. Parece un día brumoso, fresco, otoñal; pero en esta época del año todo puede suceder. Con cierta pereza, reanudo la marcha disfrutando de todos los sentidos: del monte que tengo enfrente, del sonido de los pájaros, de los olores de la naturaleza, del sabor metálico del agua de manantial.

Así hasta llegar a una pequeña cabaña. Está en medio de una pendiente que va cayendo hasta llegar a un riachuelo. Enfrente crece una colosal pared caliza. Parece un buen sitio para hacer noche, aunque quizá esté demasiado expuesto. No quisiera dejar demasiado rastro de mi paso para ser el único dueño de mi historia, de modo que me alimento con pan y un trozo de queso curado, bebo vino de la bota y enfilo una débil senda que se empina hacia unas rocas. Antes de eso me he quedado dormido sobre la hierba y he vuelto a ver al rinoceronte. Venía corriendo hacia mí con la determinación de hacerme añicos. En aquel desfiladero hacía rato que mi rostro iba rompiendo telas de araña cada vez más gruesas. Cuando el rinoceronte estaba a apenas veinte metros y yo me disponía a entregarme a su violenta embestida, una gran pata peluda bajó del cielo para ensartarlo por el abdomen y elevarlo como si fuera una salchicha. Una vez en mitad de la nada, aparecieron nuevas patas que hicieron un ovillo con él para dejarlo suspendido en el aire en espera de ser devorado. Cuando escrutaba más arriba de las paredes del barranco a ver si divisaba aquella araña de fábula me desperté de golpe. El desfiladero parecía más peligroso que el valle de los animales, pero yo había salido indemne de los dos, no sé si por un indulto de la vida salvaje o por haberme despertado a tiempo. Antes de continuar, metí la cabeza en el río repetidas veces hasta poder distinguir sueños y realidad.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


agosto 2011
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