La huerta continúa en plena producción. Llevo cogidos, a día de hoy, 70 tomates y un montón de lechugas, quizás 40. También varios calabacines (este verano los estoy haciendo en rodajas a la plancha y están riquísimos) y dos o tres pimientos. Hay unos cuantos colgando pero estoy acechante en espera de que crezcan más. Compré de varios tipos y sólo están floridos los de Lamuyo. En cambio, los pimientos italianos y los amarillos tienen las plantas hermosas, con buen tamaño y varias flores, pero no asoma ni uno; y eso que septiembre está a la vuelta de la esquina. El perejil ya dio todo de sí, apilé bastante en tarros en dirección al congelador y caput.
El gran éxito de este año son los tomates, tan delicados ellos que cuando anunciaron las últimas lluvias la semana pasada no dudé en ponerles unas sombrillas de playa. Hacían mal efecto en la huerta, pero resultó. La botritis sólo apareció en un tomate que quedó al descubierto. El resto está sano. Siguen poniéndose coloradinos y están muy sabrosos, aunque cierto es que su tamaño es modesto. La manta gris que nos cubre es tan persistente que en el prau la vida vegetal ha interpretado que estamos ya de otoñada. El plátano de sombra (si fuera de sol lo llevaba claro) empezó ya a tirar hojas, los manzanos hacen lo propio con sus frutos y la yedra está tornando ya hacia tonos ocres y rojos; todo un espectáculo.
En medio de todo esto miras al calendario y lees: 25 de agosto. Hay que pensar que no está equivocado. Yo sólo veo una solución. No hacer ni caso. El lunes bajé a la playa caminando a media tarde impulsado por un rayo de sol colado por una grieta de la manta gris. Cuando llegué, 12 minutos después, llovía. Pero la temperatura era buena. Así que dije: ¡Qué hostias, al agua patos! Y allí estuve, ante la Escalerona, bañándome bajo la lluvia. Resultó una auténtica gozada. El agua estaba buenísima y la sensación fue quizá la mejor del verano. El problema es para las muyeres que quieren poner la toalla. Pero si la cuestión es darse un baño, casi todos los días valen. Además, al llegar a la playa siempre hay un resolillo de alta mar que anima un poco la cosa. Si alguien quiere consuelo, me acaban de contar desde Alicante que hace un calor insoportable y que echan de menos nuestro sempiterno manto gris. ¿Vamos a setes o vamos a rolex? Siempre nos quedará septiembre…