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Adrián Ausín

Campo y playu

Septiembre en San Lorenzo

Hoy está el día tristón. Tristón de cojones. Pero ayer amaneció radiante. Cuando me disponía a ir al prau a hacer la primera sidra dulce del año miré dos veces por la ventana y cambié de plan. La sidra para la tarde; San Lorenzo por la mañana. Había además bajamar. Así que bajé caminando hasta la playa y empecé a pasear por la orilla. Más de 20 grados, poca gente y sin Nordeste. Una auténtica gozada. En esas condiciones puedes arreglar el mundo en media hora. Todos los cortocircuitos del cerebro encuentran una vía de escape. De modo que a la tercera vuelta ves los problemas más pequeños y la playa más grande.

El baño frente a la Escalerona fue épico. Como cuando era pequeño. Las olas eran como grandes montañas de agua y cuando me quise dar cuenta estaba jugando con ellas. En vanguardia del rebaño de bañistas, esperabas como un guerrero la gran ola e intentabas cogerla justo antes de romper. Entonces te elevabas unos cuatro metros y volvías a bajar a su paso. Alguna te pillaba rota, tremenda y ahí sólo quedaba el recurso de zambullirte bajo el agua. Junto a mí, a escasos metros, también jugaba a quien reconocí como mi profesor de Filosofía en 2º de BUP. Ni recuerdo su nombre. Pero sí le guardo simpatía por haberme entretenido dando clase, algo muy difícil para mí en aquella época tan zángana. Sócrates, Platón, Aristóteles… Hablaba de los filósofos griegos con mucha claridad, tanta que ayer estuve tentado de felicitarle; pero no me decidí. Los dos pillando olas, uno al lado del otro, y de repente ponerse a hablar de filosofía en plena bahía gijonesa. No sé. No lo vi claro y seguí a lo mío.

Al salir, fresco como una lechuga, me crucé con el concejal popular Eduardo Junquera, que se disponía a darse un baño cuando el reloj de la Escalerona marcaba las12.45 de la mañana. ¿Le habrá dado permiso Pilipé?, pensé. Porque igual echa más tiempo él en la playa que la alcaldesa operando un cáncer de pecho un día al mes. Voy a las duchas y me llegan de nuevo a la altura del pecho, casi del ombligo. Así que me pongo en cuclillas para remojarme, en una postura bastante ridícula, pero práctica. “Y luego dicen que no hay arena”, espeta un playu. Lo cierto es que tras publicar una foto EL COMERCIO en la que se denunciaba esta situación al día siguiente pasó una excavadora y rebajó el nivel de arena bajo las duchas. Pero esa arena tan conflictiva últimamente recuperó enseguida su posición. Pasear de nuevo por la orilla para secar resulta todavía más placentero. Septiembre en Gijón es una garantía. Siempre está templado y la mar, en su punto. Después de comer llegó la tormenta para que no se nos olvide dónde vivimos. Pero yo estaba ya en los quehaceres sidreros.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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