Anoche Gijón ofrecía calma total. A las diez de la noche, había bajamar, la bahía parecía un inmenso plato de agua negra, sin olas, y los termómetros marcaban 21 grados. Con esas condiciones, caminar por el Muro, hasta el Marítimo, o hasta el Rinconín, era una auténtica gozada. Para ser 28 de septiembre, había animación, gente caminando, gente corriendo, gente con el perro, ambiente en las terrazas… Mirabas al mar y la Luna se reflejaba en la superficie y daba tintes de ciencia-ficción a sus orillas, con los roqueros asomados y las farolas de todo el paseo dando ‘cámara y acción’ a este gran espectáculo. Mirabas a la ciudad, de vuelta, y la verdad es que parecemos algo, nos salimos. De noche, entre luces, la fachada urbana resalta más por sus volúmenes que por su detalle, lo que la realza hasta límites insospechados.
De la bajamar de la mañana, aprovechada frente a La Escalerona con un buen baño, a la de la noche, aprovechada por todo el paseo. A quien se deja seducir por nuestra playa, ésta le puede marcar el guión del día, cargarle las pilas en su inicio y relajarle el espíritu en su final. Gijón anoche estaba de postal. Quieto. Cálido. Marinero. No apetecía ir para casa bajo ningún concepto. Mientras respiraba salitres, pensaba: ‘¿Y los de Oviedo? ¿Qué estarán haciendo ahora mismo? ¿Caminar por San Francisco?’. Sin ánimo rivalizador, pero consciente de nuestro gran privilegio. En San Lorenzo está nuestra esencia. ‘Eau de Xixón’.