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Adrián Ausín

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Correr maratones a los cien

La brigada del jubilao, esa que llena nuestras calles, tiene por costumbre quejarse, tomar doce pastillas al día y vivir en la sala de espera del médico. “Hoy duelme aquí”. “Parez que tengo la tensión baja”. “Toy un poco mejor que ayer, pero no te creas”. “Tengo el estómago que parez corcho”. Esto último lo llegué a escuchar en urgencias, en el Hospital de Cabueñes, mientras me escayolaban. ¿Cómo se trata un corcho?, debió de pensar el doctor. Contra esa plaga de lamentos, de achaques continuos, de vidas sedentarias que amargan la vida al entorno, hay una minoría silenciosa que se dedica al buenvivir, a exprimir la vida como un limón hasta apurar la última gota. De este reducido grupo de optimistas, de gentes hiperactivas que encaran cada día con una sonrisa hay buenas muestras en San Lorenzo; y hay también buenas recetas. En días pasados, una mujer llamada Cándida Camblor, dio la suya para EL COMERCIO en un reportaje sobre lo saludable que resulta el agua de mar todo el año y, en especial, en septiembre, cuando algunos se dan los nueve baños seguidos para inmunizarse de los catarros. Dijo algo así Cándida: “Mucha fruta, mucha verdura, las carnes fuera, el pescado congelado (el fresco viene muy contaminado) y estar activo todo el día. Yo me levanto a las seis, tomo un café del bueno, luego vengo a la playa, me doy un baño y de aquí a la piscina de El Coto… Y qué felicidad”. Cándida tiene 78 años, va también un día a la semana al monte y no sabe lo que es tomar una pastilla. Todo ello lo achaca a “este movimiento que tengo”. Como ella, otros bañistas dieron sus consejos, todos parecidos.

Hoy leo en el periódico otro ejemplo a seguir. Fauja Singh es indio, tiene cien años y vive en un barrio de Londres. ¿Cuidando los nietos? Ni de coña. A los 89 años le dio por los maratones (42 kilómetros y 195 metros; ojo). Desde entonces ya lleva corridos unos cuantos, el último el pasado domingo en Toronto, Canadá. El keniano Mungara, ganador de la prueba, lo hizo en 2 horas, 9 minutos y 49 segundos. Fauja, que corre con turbante cumpliendo los preceptos de su religión sig, pasó de las ocho horas. Pero llegó. A qué tanta prisa, pensaría, si tengo toda una vida por delante. Mientras la tercera edad llena la consulta del médico, Fauja Sigh, atleta tardío, espoleado por la muerte de su esposa y de un hijo, inició octogenario un pique con otros vecinos del barrio a ver quién corría más cada día. “Estar sentado en casa me mataba”, declaró. Vivía con otro de sus hijos, pero quería mambo. Así, con pequeños retos, acabó por aficionarse a la mayor prueba del atletismo. Camina o corre 15 kilómetros al día y si cansa, coge el autobús.

No llega Singh a la osadía del nepalí Sailendra Kumar, quien decidió subir el Everest a sus 82 años. Fue el pasado mes de mayo, cuando quien fuera ministro y diplomático de Nepal declaró: “O subo o muero”. Rebasó Sailendra los 5.000 metros de altitud y murió en la montaña lleno de gloria. El caso del indio centenario puede alcanzar incluso cotas superiores, pues a modo de epitafio ha proclamado: “Quiero seguir corriendo después de muerto”. Resultará difícil comprobarlo, pero la intención es lo que cuenta.

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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