Hombre, de 40 a 56 años, casado, con hijos y licenciado en Derecho. Ese es el perfil común a los seis presidentes del Gobierno que ha tenido España desde la Transición. Sólo escapa a estos ítems Leopoldo Calvo Sotelo, ya fallecido, quien era ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Los otros cinco comparten estudios, aunque no sacaran las mismas notas, ni mucho menos. Nuestra inmadurez democrática ha jugado a favor del presidente joven, que mira al cielo en el cartel electoral y entusiasma a la tercera edad (léase Suárez, Felipe, Zapa…), de ahí que aún no hayamos puesto a un sexagenario al frente de nuestras vidas. Ni tampoco a una mujer. Ni mucho menos a un negro. A Estados Unidos le ha costado ciento y pico años la llegada de Obama y lo de la mujer aún se le resiste.
Así las cosas, Mariano Rajoy es el presidente más longevo de nuestra historia reciente, pese a contar sólo 56 años. Los anteriores eran casi diríamos en exceso jóvenes para la tarea a asumir. Adolfo Suárez (Ávila, 1932) llegó al poder con 43 años y permaneció 4 años y 7 meses (julio de 1976-febrero de 1981). Leopoldo Calvo Sotelo (Madrid, 1926) le sucedió con 54 años y permaneció un año y diez meses (febrero de 1981-diciembre de 1982). Felipe González (Sevilla, 1942) se convirtió en el presidente del Gobierno más joven de España al llegar al poder con 40 años y permenecer en el cargo 13 años y 3 meses tras ganar cuatro elecciones consecutivas. José María Aznar (Madrid, 1953) logró derrotar a González con 43 años y sumó dos legislaturas completas, ocho años (mayo de 1996-abril de 2004). José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) le relevó con la misma edad, 43 años, y estuvo también dos mandatos, 7 años y 7 meses (abril de 2004-noviembre de 2011). Ahora le toca a Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 1955), quien marca el techo en edad y se convierte, tras el bigotón de Aznar, en el primer presidente barbudo de la democracia.
Si los currículums de Suárez y Zapatero han sido los más pobres, el de Rajoy es quizá el más extenso. Tras licenciarse en Derecho, se convirtió, con 24 años, en el registrador de la propiedad más joven de España. En política ha recorrido todos los peldaños posibles: concejal en Pontevedra, diputado en la Xunta, presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra, vicepresidente de la Xunta, vicesecretario general del PP, ministro de cinco carteras (Administraciones Públicas, Educación y Cultura, Presidencia, Interior y Portavoz), secretario general del PP y ahora presidente del Gobierno. Buen bagaje para la tarea que le espera. Ya dijo él en varias ocasiones, en alusión a su antecesor, que para presidir el país habría que pedir algo más que tener 18 años. Su único lunar visible es ese carácter agallegado que le impide tomar decisiones con agilidad, como dejó patente en Asturias, donde el PP es un espectro a la deriva. Los votos de los asturianos al PP no han sido votos para los personajes que iban en la lista. Fueron votos para Rajoy, quien hereda ocho años esperpénticos que han dejado España al borde de la quiebra. ¡Suerte!