De todas las gamberradas, grandes y pequeñas, cometidas durante la etapa Codema, por las que recibí abundante estopa, creo que la mayor tuvo por sufridor a un profesor de Ciencias apellidado Porras. Si hubo curas y seglares que pusieron en práctica en aquellos años métodos disciplinarios demasiado expeditivos, el caso de este buen hombre fue diferente. Confieso mi culpa, mi grandísima culpa en haberle tocado las pelotas de una forma innoble, de la que hoy día no me siento en absoluto orgulloso. Sin embargo, esto no quita que alguna de las fechorías tuviera cierta gracia. El caso es que en una ocasión algún castigo nos había impuesto el señor Porras a mí y a otra perla de mi clase (Rafa) que andábamos los dos con sed de venganza. Entonces se nos ocurrió ilustrar con su nombre la ruta que él hacía cada mañana desde casa hasta el colegio. Junto a un quiosco había varias pintadas en la pared y nosotros añadimos, con nocturnidad y alevosía, ‘muerte a Porras’ entre ellas. Unos metros adelante, en la calle Alarcón, había un ceda el paso. Y allí nosotros añadimos: ‘a Porras’. Así que podía leerse ‘ceda el paso a Porras’ todo seguido. Con la gamberrada hecha, nos fuimos para casa y quedamos para ir caminando al día siguiente al colegio.
Camino del Codema, llegamos hasta nuestra primera pintada, pero ésta había sido retocada y donde ponía Porras alguien había redondeado las erres y las había convertido en bes, lo había hecho con otro color diferente y se podía ver aún claramente la leyenda inicial. Concluimos que tenía que haber sido el mismísimo Porras quien lo hiciera la víspera al verse retratado en la pared y empezamos a reírnos. Entonces se produjo la gran cazada. El Porras iba justo detrás de nosotros y nos delató: ‘Si se ríen de algo que ya no se lee es que han sido ustedes’. En realidad se leía perfectamente, pero lo cierto es que había acertado con su acusación unos metros antes de llegar al ceda el paso, que seguía intacto. Nos temimos lo peor. Acojonados, fuimos a clase, esperando el castigo. Al día siguiente, Rafa fue llamado a capítulo por un profesor amigo de su familia. ‘Estáis los dos expulsados pero si das el nombre de Ausín te salvo a ti’. Esa fue su innoble propuesta. Pero Rafa se portó y no dijo ni mu. La innoble propuesta se reveló al final como una celada, pues al faltar pruebas concluyentes el castigo quedó en suspenso. Y, por supuesto, la asignatura de Ciencias también. Treinta años después, pido disculpas al señor Porras por aquello. No estuvo bien. Si lo veo un día por Gijón, prometo excusarme y, también, cederle el paso.