(cuidado: solo para hombres)
(este post puede herir la sensibilidad de alguna gacela thompson)
Cuando eras niño, el mejor regalo de reyes era un gran camión de plástico. Lo cargabas de piedras, le ponías una cuerda y tirabas de él por la calle, satisfecho de tu conducción a lo grande. Cuando pasas los 40, tu juguetería se llama Leroy, Bricomart, Cooperativa… Entras a por una cosa, recorres los pasillos y te las llevarías todas: las máquinas de gasolina, la tornillería, lo último en pulido de madera, los botes de pintura, las bombillas e incluso el alicatado del baño si está bien rematado. Así que al llegar el día de reyes, en caso de que caiga algo, tus regaladores lo tienen fácil: el camino más corto hacia el éxito es el supermercado agrario, amén de la librería; que complementa perfectamente tu versión agricultor con camisa de cuadros con la de pausado lector de sofá, playa o piscina (incluso la más agresiva fiera también tiene su corazoncito).
Yo insisto a mi parroquia que no me regalen nada, que ya soy talludín, si acaso un libro de bolsillo. Pero el ejercicio de modestia me suele salir bien y cae algo más grueso. En estos reyes puedo decir que he dado un salto de calidad, incluso que he tocado el cielo. No todo el mundo puede asomarse al sofá de su casa y ver una motosierra auténtica (no de juguete) impaciente por empezar a rugir, a cortar leña, a talar un árbol seco o a rodar una película de terror. Yo ya tengo mi motosierra. Creía que con la radial era un hombre realizado, un machoman. Pero ay amigo, radial y motosierra son palabras mayores. Con una en cada mano, como Jesse James con sus pistolas, puedo convertirme en el terror de Arroes e incluso adentrarme en la más salvaje tundra sin temor a sufrir un rasguño. Con radial y motosierra la fauna salvaje huirá despavorida. No voy a hablar ya del género femenino, que puede sentir un escalofrío recorriendo todo su cuerpo con una sola aceleración de mis ingenios tecnológicos. Ahora he de adaptarme a ellos; mutar mi cuerpo para que seamos un todo. Dejaré crecer las patillas hasta la nuez, afilaré la nariz e impregnaré mi mirada de un brillo lindante con la chifladura. ¡A ver quién se atreve conmigo! Con radial y motosierra, amigo, la vida se allana, desaparecen el paro y la corrupción; los pajaros cantan, Urdangarin se espanta; todos tus deseos se hacen realidad. No tienes más que ponerlas a rugir.