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Adrián Ausín

Campo y playu

Accidente

Voy conduciendo por una carretera de alta montaña paralelo a un río. Estamos en julio, hay sol y nubes, con una temperatura veraniega. Cráneo va en el asiento de al lado. Conversamos y reímos. Suena Adele, con su chorro de voz. Yo llevo la ventanilla bajada para recibir el aire seco de Castilla y León. Cráneo también. Estamos a unos ocho kilómetros de un hotel rural, donde nos aguardan las esposas. En esa plácida conducción, la carretera se pega a veces al río, que discurre a un nivel inferior variable; a veces de tres o cuatro metros, a veces casi al ras. De repente llega una curva más cerrada de la cuenta, con un desnivel muy superior, seis o siete metros, y con Adele cantando a todo pulmón. Vamos riendo, no sé por qué. Y el coche se sale de la carretera. Dura un instante. Zas. Cae al vacío e impacta contra un árbol en una medianera del río.

En la siguiente escena, el coche está anclado sobre el árbol, que se ha escorado. La chapa del motor está levantada y la luna delantera, llena de pequeñas grietas. El coche ha quedado haciendo un frágil equilibrio inclinado hacia arriba, totalmente abollado y nosotros, Cráneo y yo, seguimos en nuestros asientos sin ningún daño aparente, apenas un leve dolor en una muñeca (yo) y un golpe sobre la oreja derecha (él). Sigue sonando la música, que se confunde ahora con el rugir del río. Quedamos callados unos momentos. ¿Qué ha pasado? En un rápido repaso mental nada justifica el accidente, nada más que el despiste, quizás el mirar adonde no debía. Treinta segundos antes íbamos encantados charlando. Treinta segundos después estamos en medio de un río, con el coche hecho papilla, pero sin daños aparentes. La caída ha sido limpia, sin vueltas de campana. Ha volado y ha encallado. En la amortiguación del coche con el pedregal y el árbol es cuando nos hemos golpeado un poco. Nada más.

Después del silencio toca hacer algo. Intento abrir la puerta del coche, pero no puedo. Entonces salgo por la ventana. Cráneo tiene que salir por la mía: llevaba el cristal algo subido y su puerta tampoco abre. Ya estamos fuera. Nos sentamos en el pedregal. Le miro la cabeza y tiene un pequeño chinchón. Sonreímos para quitar hierro al asunto. Hemos tenido suerte. En el pueblo al que vamos no hay cobertura, así que toca caminar por la carretera. Resulta difícil entablar conversación. Ambos vamos procesando lo ocurrido. Yo me disculpo, él quita hierro al asunto. Al andar nos sentimos más magullados de lo que parecía. Algún golpe más hace acto de presencia en nuestros cuerpos. Empezamos a pensar en la bronca que nos caerá al llegar, acompañada de un abrazo, quizás. Seguramente, las dos cosas a la vez. El sol y las nubes siguen alternándose. Todo ha cambiado en un instante; pero no del todo.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


enero 2012
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