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Adrián Ausín

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Subido a un árbol

“¿Dónde estás?”. “Subido a un árbol”. Recibir una llamada al móvil cuando estás enfrascado en la poda de los manzanos produce un gran placer. Poder contestar que estás subido a un árbol cuando tu interlocutor está sentado en su despacho más aburrido que una mona constituye un placer inigualable. Me llama el cuñao para brindarme su ayuda en un problemilla doméstico y se topa con una cruel realidad. Mientras él está buscando un argumento para escapar del curro, incluso aunque sea a costa de hacer un favor al prójimo, yo estoy subido a un grueso manzano para llegar con las tenazas hasta la copa.

Lo primero que he hecho al llegar al prau es comprobar que la jaula ‘caza ratones’ está vacía. Una vez tapado el hueco que dejaba la puerta por un lateral no ha habido más víctimas, lo que permite deducir que no tenían vida interior en el casetu; más bien que hacían excursiones nocturnas desde el prau. Así que, una vez definidos de nuevo los territorios de cada cual, desactivo el cepo. Luego me dispongo a podar un rato. Hay unos treinta manzanos. Darles un afeite a todos me lleva unas cinco sesiones de dos o tres horas. Es una tarea relajante. Estás al aire, escuchando los pájaros, centras el objetivo, lo rodeas, lo observas y empiezas a divisar chupones por todas partes. Para los gordos, llevas la tijera grande de podar; para los finos, la pequeña. Según qué árbol, la tarea lleva cinco minutos o cincuenta. En todos hay tarea; en uno en espacial, al cortar todas las gruesas ramas verticales que suelta por su parte alta, queda como resultado un paraguas invertido de lo más logrado. Lo miro y lo remiro, satisfecho del resultado.

Al atardecer (es lunes y descanso) me doy un pequeño homenaje una vez concluida la poda. Cojo el coche y tomo dirección al Leroy. Me urgen unos enchufes y un cabezal para la lijadora, pero claro: la juguetería del cuarentón tiene tentaciones en todas las secciones. Compro también una tijera de podar y un surtido de baratijas en unos cestos de ocasión: cinta aislante, tijeras, destornilladores, un martillo, un detergente… Con el botín, me voy de maruja al Alimerka. Luego, quedo con la esposa y nos tomamos una sidra. Cuando ya íbamos a entrar en casa me llaman mi padre y mi cuñado para que vaya con ellos a ver al Sporting. Dudo. La esposa me anima. Voy. Nos meten una poda en Villarreal. Y vuelvo a casa con la moral y los manzanos podados. Hoy es miércoles. Creo que el mejor plan mañanero será volver al prao, subirme a un árbol y esperar a que alguien me llame al móvil. “¿Dónde estás?”. “Subido a un árbol”, diré satisfecho.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


enero 2012
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