Cuando un ayuntamiento planifica una obra tiene dos opciones: pagarla o pedir un crédito. Vamos, como cualquiera. Yo soy partidario de tender siempre a la primera y de vivir con lo que se tiene. Luego hay otras fórmulas urdangarinescas. Léase: en vez de hacer una nave se la encargo a un tercero, casualmente amigo, que la paga por adelantado. Luego yo le pago durante digamos 30 años un auténtico dineral que acaba multiplicando por cinco o seis o siete o diez el valor de esa obra. No olvidemos un pequeño detalle: quien decide esto no lo paga con dinero de su bolsillo, lo paga con dinero público, con el que se debería ser exquisito. Algo así es lo que ha pasado con las cocheras de EMTUSA, la empresa de transporte de viajeros de Gijón. Es todo legal. Por supuesto. Pero huele fatal. Unas cocheras que no dejan de ser una gran nave se cuantifican en unos 20 millones de euros (primera burrada) y se encargan a un constructor que las levantará y mantendrá durante 30 años por un ‘alquiler’ que suma la friolera de 84,6 millones de euros. El tema lógicamente ha saltado a la prensa pero el portavoz del PSOE, Santiago Martínez Argüelles, quien a la postre firmó el contrato millonario, nos dice que las críticas son un intento de linchamiento de EMTUSA, como si esta sociedad tuviera vida propia, en un pobre intento de desviar la atención. Foro, PP e IU invitan a los servicios jurídicos competentes a hurgar en el tema por si los gijoneses pudiéramos librarnos de ese contrato abusivo, surrealista y chorizo. No se pone colorado el señor Argüelles al hablar de este tema tan insultante, es más, pasa al ataque. ¡Cómo se juega con el dinero ajeno! ¡Cómo se regala (a los amigos)! ¡Cómo se tira por el WC! Y luego claro, la deuda, ese concepto ambiguo para el que nadie miraba, se dispara hasta las nubes en éste y en otros ayuntamientos.
Otra perla acerca de nuestra vida en los mundos de yupi hasta tiempos recientes son los 250.000 euros concedidos por el Ayuntamiento de Gijón por rodar en nuestra ciudad una película, aunque no se viera una sola imagen reconocible, sólo por instalarse aquí el equipo y comer y dormir en la city. Justificaría yo esta cantidad, poniéndonos generosos, con Woody Allen paseándose por Gijón y los telediarios dándolo a toda pastilla. O Clint Eastwood. O Roman Polanski. ¡No, hombre, no! Quien vino fue Nacho Vidal y su rabolat atómico. Al parecer, su ‘Impávido’ no es una peli porno, pero intentará promocionarse con la confusión que otorga el título. Y con nuestro dinero. El de usted que lee ahora mismo y el de yo mismo que escribo. Nuestros impuestos, nuestro IBI, nuestra viñeta van a parar a un constructor amigo del PSOE y a una estrella del porno. Pero que no se queje nadie. Tenemos unas cocheras para nuestros autobuses de 84 millones de euros, no sé si con una réplica de las pirámides de Egipto en el tejado, y una película próxima a su estreno que nos va a dejar impávidos y con 250.000 euros menos. ¡Viva el socialismo!