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Adrián Ausín

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Egagrópilas

Caminaba con Cráneo por una zona boscosa de Lezama cuando se agachó bajo un árbol, cogió algo del suelo y me advirtió: te voy a sorprender. Cuando se incorporó tenía en las manos una pequeña mata de pelo enredado. Al frotarla asomaron algunos huesecillos. ¿Sabes qué es esto? Ni idea. Pues son egagrópilas. ¿Queee? Sí, egagrópilas. Entonces, satisfecho, me dio su clase magistral. Las egagrópilas son los restos, por ejemplo, de un ratón de campo, un topillo o una musaraña que regurgita un ave rapaz tras habérselo devorado. O sea, que se traga al bicho entero, lo procesa en su estómago y finalmente expulsa los restos menos digeribles: el pelo y los huesos. Esa bola resultante es la egagrópila. Suele encontrarse debajo de un árbol, pues el depredador, después de la caza, reposa un rato para hacer su particular digestión. Desde esa rama en altura lanza la egagrópila al suelo, donde quedará confundida entre la hierba o las piedras. Cráneo me mostró aquella egagrópila hace cosa de seis u ocho años, una egagrópila vascuence para más señas, y yo me convertí desde entonces en un fan absoluto de este fenómeno: del proceso de la caza y la digestión, de la propia consistencia de la egagrópila, de su curioso tacto, en el que se combina la aspereza del pelo del roedor con las ‘sorpresas’ de los diminutos huesos que se van descubriendo entre las crines y, finalmente, de la palabra en sí misma, de su longitud, su complejidad y ese toque científico que te hace sentirte un experto al pronunciarla con naturalidad, un rodríguezdelafuente de la vida.

Aquel día, en Lezama, me cambió todo. Cráneo me inició en el fastuoso mundo de las egagrópilas. Y yo, fiel discípulo, seguí sus enseñanzas, las hice mías, abracé el mundo de las egagrópilas como un admirador más e hice a su vez de correa de transmisión con otros caminantes, con otros amantes de los secretos de la naturaleza. Así, cuando voy por el monte con una víctima propicia, busco un buen árbol, miro en su entorno y tomo en mi mano una egagrópila con la que deslumbro a mi interlocutor. La gente, incrédula, acude al diccionario, donde aún no se recoje este fascinante término. Entonces lo pone en Google y halla varias referencias. Wikipedia hace tiempo que se rindió a los encantos de las egagrópilas. Refiere el caso de búhos, lechuzas y buitres; así como la utilidad de estos restos indigestos para conocer su alimentación. Youtube también despliega un listado de referencias de clases prácticas sobre las egagrópilas y uno se inicia y se inicia hasta no concebir ya la vida sin una egagrópila que regurgitar. Esa es ahora mi asignatura pendiente. Apostarme en un árbol, lanzarme a la caza del roedor, devorarlo sin piedad y volver a la rama, vigilante, mientras el estómago fabrica la primera egagrópila humana.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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