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Adrián Ausín

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De Mareo a EL COMERCIO

Chutar en el campo número uno de Mareo y conseguir que el balón trace una parábola hasta colarse, a varios kilómetros de distancia, por una de las ventanas de la redacción de EL COMERCIO es una proeza al alcance de muy pocos. Quizás Radamel Falcao, Gastón Maximiliano Sangoy y Adrián Ausín; servidor. Lo de los dos primeros es pura conjetura. Lo del tercero, servidor, es un hecho probado. Además de los testigos de la gesta (Acebal el exentrenador, José Simal, Sara García y Luis Enrique, este último cámara de elcomerciodigital, no confundir de momento con el entrenador de la Roma), hay un vídeo circulando por ahí que acredita mi marca; mientras ni Falcao ni Sangoy han presentado pruebas hasta la fecha.


El histórico chut tuvo lugar la pasada tarde. Nada más golpear la pelota supe que algo mágico acababa de suceder. Así se lo hice saber a Luis Enrique. Partimos a toda velocidad para el periódico, nos saltamos semáforos, sacamos un pañuelo blanco y llegamos a la redacción justo a tiempo para ver cómo Manolo Rosety recibía en sus manos el kilométrico lanzamiento. Ahí estaba Eva Mayordomo complementando a Luis Enrique con la cámara lista para grabar el placaje de Rosety y la fiebre sportinguista que se desató a continuación en EL COMERCIO. El balón rodó de unos a otros, todos ataviados con equipación sportinguista; Eva Mayordomo nos fue marcando el ritmo, como si se tratase de nuestra Nina particular, y el júbilo rojiblanco estalló en la redacción, en administración y en publicidad. Gritos, banderas, olas humanas, bufandas, carreras, regates, goles, consignas… No nos faltó de nada. Lo pasamos bomba durante hora y media, aprovechamos la coyuntura para grabar un vídeo adicional en versión más casera atentando contra algún insurgente de la redacción (tenemos infiltrado a algún que otro oviedista y la ocasión la pintaban calva -o rojiblanca- para acabar con ellos) y hubo quien incluso se dio baños de multitudes con la representación femenina de la sección de Local. Al grito de ‘yo quiero una foto con todes les muyeres para que rabie la mía’, un enfervorizado jefe de documentación se dejó agarrar (y quién sabe si también manosear) por el voluntariado mujeril, mientras un servidor inmortalizaba la gesta de verlo suspendido en el aire, en versión horizontal, asido por tan distinguidas damas. Sotheby’s aguarda subasta.

El fragor rojiblanco, en la fase final del vídeo, se trasladó a la calle. El personal de EL COMERCIO abandonó sus puestos de trabajo, se lanzó a la escalera como si de los vomitorios de El Molinón se tratase y tomó literalmente la calle con banderas, bufandas, camisetas, balones, confeti y mucho griterío. La exhibición de sportinguismo se expandió a continuación a las ventanas del periódico. Esta nueva expresión rojiblanca coincidió con la salida de un señor metido en años que acababa de hacer una gestión en el mostrador del periódico. Miró incrédulo a los lados, arriba a las ventanas, a la cámara indiscreta que lo grababa todo y, cuando menos se lo esperaba nadie, transformó su serio porte en una pirueta de ánimo al Sporting. Porque, en definitiva, de lo que se trataba ayer era de transmitir a ese Sporting de nuestros amores que este domingo tiene en sus manos la opción de seguir en Primera, la oportunidad de ganar en Málaga (La Rosaleda no es, hemos de recordar, ni el Santiago Bernabéu ni el Nou Camp) y confiar en Granada y Getafe. La permanencia, sin duda, es posible. Basta con creer en ella. En EL COMERCIO creemos en el Sporting; en este Sporting de Clemente; en el de siempre.

¡PUXA SPORTING!

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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