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Adrián Ausín

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El Urriellu

El 5 de agosto de 1904, Pedro Pidal y Gregorio Pérez protagonizaron la primera escalada al Urriellu. El marqués de Villaviciosa se había picado al conocer las intenciones de un montañero forastero de pasar a la historia como el primero en hacer cumbre en el pico más emblemático de los Picos de Europa. También el más bello. Aunque no el más alto de Asturias, pues sus 2.516 metros pierden frente a los 2.652 del Torre Cerredo. En su territorio, en su cazadero favorito, no iba a permitir que llegase un guiri a robarle la cartera. Así lo aseveró en una memorable declaración de intenciones. De modo que aceleró el proyecto que ya tenía en mente desde hacía años e implicó en el mismo al socio perfecto: El Cainejo, un autóctono con barba cerrada y cara de bandolero al que no se le despistaba ni un rebeco ni un arbusto de ese maravilloso paraje de alta montaña.

De la gesta del marqués de Villaviciosa y El Cainejo se ha escrito mucho. En estos momentos, acabo de iniciar las reflexiones de Francisco Ballesteros, quien también trepó al Urriellu. Su libro ‘Las historias del Naranjo de Bulnes’ me llega de manos de mi hermano David ‘Perdiz’, quien además del parapente, la pesca submarina y la caza mayor nocturna (esta última, principalmente, en el Savoy), es un gran aficionado a la montaña y sin ser marqués, ni cainejo, ni abogado, como el autor del libro, también conoce en primera persona la inenarrable experiencia de coronar nuestro Urriellu. Yo nunca podré emularle, pues eso de colgarse de una cuerda no entra en mis esquemas mentales. El vértigo sería una pared infranqueable. Me habré de conformar por tanto con leer sobre el rey de los Picos de Europa y con que sangre de mi sangre haya estado allí. Que no es poco.

Sin embargo, algo he hecho por el Urriellu; algo mínimo que debería estar en el ‘abc’ de todo asturiano que se precie y tenga cierta afición por la montaña: subir hasta su base y sentarte a admirarlo. El Urriellu es rotundo, robusto, fuerte; sobresale de los picos como una almena medieval inconquistable, es bandera de asturianía, bastión frente a la Meseta, un misil formado por toneladas de piedra caliza que apunta directamente a la Luna, una exhibición desmesurada de naturaleza que pone al hombre en su sitio, haciéndole doblegarse ante su reinado; todo ello en un valle donde no hay más sonido que el del cerebro humano. Mi primera visión del Urriellu se produjo en el año 2000. Hice noche con un amigo (Miguel) en el camping de Fuente Dé. Al día siguiente tomamos el teleférico y caminamos hacia él. Los jous, con su paisaje lunar, fueron la antesala perfecta de lo que se avecinaba. Allí puse en práctica mi afición a ripiar en la montaña y le canté al colega: “Jou de Boches / Jou de Boches / Donde no hay coches / Paz de día y paz de noche / Y pa cenar, parroches”. Tras reírnos de mí mismo un largo rato, llegó el momento de ponerse serios: emergió el Urriello al fondo. Y nos sentamos un largo rato a admirarlo. Fue una sensación única. Habíamos caminado cuatro horas y, tras recrearnos en su contemplación, seguimos ruta otras tres horas para llegar a dormir a Sotres. Al día siguiente, subimos caminando hasta Áliva y bajamos también caminando hasta Fuente Dé.

En 2008 repetí la excursión, con otro amigo (Pablo), en sentido inverso. Partimos de Sotres. Esta vez nos quedamos a dormir en el refugio, a los pies del Naranjo. La experiencia volvió a ser espectacular, con la salvedad de aquel habitáculo donde dormimos unas cuarenta personas con un notable olor a humanidad y unos ronquidos dodecafónicos. Sin embargo, prevaleció la emoción de hacer noche bajo la tutela silenciosa del emblemático Urriellu. Como no hay dos sin tres, este año me propongo volver. Quiero llevar a la esposa para que vea con sus propios ojos el gran símbolo pétreo del Principado de Asturias. Por si alberga alguna duda, le he prometido unos ripios para amenizar la ascensión.

 

 

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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