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Adrián Ausín

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Mogambo

Mogambo significa pasión en swahili. Mogambo suena redondo. Podría ser un lugar, como Masai Mara, Serengeti, Samburu, Nakuru, Ngongoro. Sin embargo, es pura pasión en versión africana. Mogambo es también el título de la película rodada por John Ford en 1952 en un lugar de África próximo a Ruanda y Burundi. Allí desplegaron 300 tiendas de campaña y una pantalla de cine con proyecciones diarias para entretener al medio millar de personas implicadas en el proyecto. Destacaban tres por encima de todas: Clark Gable, en su plenitud de galán a la antigua, y las dos chicas que habrían de disputarse sus favores: Ava Gardner y Grace Kelly. Según cuentan las crónicas, John Ford tenía otras dos actrices en su lista de preferencias (Maureen O`Hora y Devorah Keer). Sin embargo, las ‘número dos’ acabaron por hacer un maravilloso trabajo que reportó gran éxito a la película. Una película con todos los ingredientes: un galán que organiza safaris, dos mujeres que se lo disputan (una de ellas ante las narices de su marido, que es quien contrata la aventura por la selva), todo ello aderezado por hipopótamos, tigres, elefantes, panteras y tribus africanas. Cómo no iba a triunfar. Y encima llamándose ‘Mogambo’.

Hace unos días volví a ver ‘Mogambo’. La pillé empezada mientras zapeaba con la esposa. Atacábamos en ese momento una ñocla, lo cual constituye siempre un viaje al paeolítico superior de la gastronomía: el hombre contra el arañón de mar, devorando sus entrañas. Y ahí estaba de repente en la pantalla otro tipo de hombre, Gable, enfrentado con su rifle y su bigote a dos gatas en celo: una mojigata Grace Kelly que acude con su marido de safari directamente a los brazos de Clark Gable frente a una travisesa y divertida Ava Gardner que se prensenta en el campamento del protagonista con ganas de formalizar de una vez su relación. Habíamos visto ‘Mogambo’ apenas un mes atrás, también un año atrás y quizá otra vez más. O sea, que era nuestro cuarto o quinto ‘Mogambo’. Pero siempre mejor volver a ver esta película que darle carrete otros subproductos de la tele. La repetición te permite, además, centrarte en nuevos detalles. En esta ocasión, por ejemplo, en las chirucas con calcetín grueso de Clark Gable (¡qué calor!) y en un divertido efecto del formato de pantalla apaisado: Gable era muy ancho, con el tronco muy corto, mientras sus tigresas tenían ambas un culo considerable y las tetas disparadas hacia el infinito. Al detectar el extraño efecto, cambiamos a pantalla completa y el trío se estilizó de repente.

Cuando acababa la película, al llegar esa maravillosa escena en la que una de las dos chicas (no diré cuál por si algún incauto aún no ha visto ‘Mogambo’) se lanza de la canoa al río para quedarse con el galán, la esposa lleva ya un buen rato dormida. Es su tercer, cuarto o quinto ‘Mogambo’. Sin embargo, nunca ha logrado llegar a la meta. El sofá tiene efecto mosca tse-tsé. De ahí que al ir a acostarse me pregunte con cierta vergüenza: ¿Cómo acababa? En realidad, no es que se le haya olvidado. Es que no lo ha visto nunca. Sabedor de los efectos de su dormidera, me cebo con las opciones del ‘The end’. Le cuento una, luego otra, más tarde que se tiró Fulanita al río pero se la comió un cocodrilo, etc, etc. Ella dice que la olvide y vuelve a dormirse. Entonces entro en internet para hurgar en ‘Mogambo’ y descubro que durante el rodaje Frank Sinatra visitó con suficiente asiduidad a su esposa, Ava Gardner, como para dejarla dos veces embarazada (las dos veces con interrupción voluntaria por parte de la diva). No debía fiarse mucho Sinatra de Gable, ¡vaya par!, aunque éste dedicara el rodaje a la otra, quizás para evitar que la cosa acabara a tiros. Así que de ‘Mogambo’ salió un romance de varios meses entre Clark Gable y Grace Kelly, antes de que la actriz meapilas de la película decidiera ser princesa.

Una última anécdora no menos jugosa es que en el doblaje español de los tiempos del franquismo se simuló que Grace Kelly era la hermana del explorador que contrata los servicios de Clark Gable, con objeto de evitar mostrar una infidelidad matrimonial. Sin embargo, de Guatemala pasarían a Guatepeor pues si dormían juntos entonces sería incesto. Cosas de Paca la Culona (*). Llegamos al final de la historia y no hemos dicho cómo termina ‘Mogambo’. ¿Con quién se queda Clark Gable? ¿Con la pantera de uñas afiladas o con la princesa ñoña? Yo no lo dudo un instante. Me quedo con mi bella durmiente.

 

*Así llamaba Queipo del Llano a Franco, al considerarlo egoísta y mezquino.

 

 

 

 

 

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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