Cuando vas a ver una película el mismo día del estreno es que tienes una gran expectativa, una emoción contenida que no puede aguardar más. Pocos libros puede haber, como el de Yann Martel, que provoquen esa reacción. Llevar a la gran pantalla la novela más ingeniosa, original y singular que haya podido leer es un reto creativo que, la verdad, nunca creí capaz de asumir con éxito. Y el chino-taiwanés Ang Lee lo ha hecho desbordando cualquier previsión. La experiencia ha sido tan enriquecedora que me despierto a las 7.15 de la mañana del domingo cautivado por la ‘Vida de Pi’ cinematográfica, me levanto, enciendo el ordenador y me pongo a escribir. La calle está mojada, el termómetro de la cocina marca 6.7 grados y los fotogramas de ‘Vida de Pi’ se agolpan en mi mente desvelándola por completo.
Esta extraordinaria historia que arranca en un zoo de la India y prosigue con un naufragio en alta mar me fue revelada hace años por mi hermano David. Él me recomendó leerla. Compré el libro y literalmente lo devoré. Desde entonces, se lo he dejado a mucha gente. Cuando me lo devolvían, todos tenían los ojos como platos. Recuerdo especialmente la reacción de mi compañera de pupitre en el periódico, Laura, quien me llamó cabrón por no haberse podido acostar hasta las cuatro de la mañana, en su tercera y última sentada, al resultarle imposible dejarlo hasta llegar al final. Tampoco olvidaré nunca el impacto que causó en Javi, uno de los vigilantes del periódico, quien a su vez se lo dejó a Bego, encantadora telefonista, que nunca ha dejado de hablarme de ‘Vida de Pi’. Desde entonces, he iniciado una relación literaria con ambos, aunque no he vuelto a lograr, con mis préstamos, una reacción semejante. ¿Qué tiene ‘Vida de Pi’ que no tengan los demás? Pues quizá un cóctel de exotismo, aventuras, fábulas e incredulidad creíble absolutamente fuera de lo común. ¿Cómo lo lleva a la pantalla Ang Lee? Pues con una maestría deslumbrante. La primera media hora es una obra de arte. La presentación inicial del zoo y la presentación del Pi niño desde los ojos del Pi adulto es sencillamente magistral. Las imágenes de la India le dejan a uno con la boca abierta. Luego viene lo difícil. Llevar a la pantalla un naufragio y una lucha por la supervivencia en un bote salvavidas donde habitan un niño, una cebra, un orangután, una hiena y un tigre llamado Richard Parker. Y el director plasma exactamente lo que nuestra imaginación prevé elevado a la máxima potencia. Recurre evidentemente al ordenador y a la ingeniería, pero da igual. Como pa no.
Quien escribió esta extraordinaria historia ha llevado evidentemente una vida extraordinaria. Yann Martel, hijo de diplomáticos, nació en España, aunque su nacionalidad es canadiense. Vivió en Francia, México, Alaska, Irán, Turquía y la India, entre otros lugares; estudió Filosofía en Trent y escribió, además de ‘Vida de Pi’, otras dos obras maravillosas que merecen un capítulo aparte: ‘Beatriz y Virgilio’, la última, una intrigante trama que tiene por epicentro la tienda de un taxidermista (de nuevo los animales) y ‘La historia de la familia Roccamatio de Helsinki’, donde cuenta la historia de dos amigos, uno de ellos con sida, con un lenguaje cristalino y delicado. Sus obras parecen escritas sobre terciopelo. No hay más editadas en España, pese a que en sus libros se alude también a ‘Self’. Las tres mencionadas son tres obras maestras en diversos grados, aunque será con las aventuras de Pi Patel con las que Martel, ganador ya del premio Booker, acabará siendo considerado un fenómeno mundial. La puesta en escena de Lee, por su parte, protagonizará, a buen seguro, los Oscar 2013. Es todo cuanto quería decir, así que vuelvo a la cama, de nuevo, para seguir soñando con ‘Vida de Pi’. Buenas noches.