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Adrián Ausín

Campo y playu

El peligro de las ferreterías

Supe del peligro de las ferreterías a una edad temprana, cuando estudiaba la carrera de Periodismo en Lejona y vivía en un piso de estudiantes en Santa María de Guecho. Aquel piso estaba literalmente descuartizado, con muebles podres y habitantes gochos regochos, lo cual obligaba a visitar la ferretería de enfrente con cierta frecuencia. Siempre había algo que se acababa de romper y, claro, había que visitar a aquel ferretero lento que acumulaba en su tienda largas colas de impacientes clientes. Media hora no te la quitaba nadie. Y lo peor era que cuando llegaba tu turno y pedías tu producto el hombre te hacía una pregunta de la que no tenías una respuesta cierta, lo cual te obligaba a perder la vez, volver a casa, comprobar aquello que te había preguntado y retornar a la ya entonces odiada ferretería, donde volvías a colocarte el último de la fila.

Francisco Javier Fernández-Barrera Larzábal, compañero de piso, de clase y de andanzas, hombretón donostiarra de buen tamaño, semibarbudo perpetuo, que camina como si fuera pisando huevos, tomó un buen día una decisión que ha marcado desde entonces mi relación con las ferreterías. Él estaba tan harto como yo de aquellas preguntas del ferretero que te obligaban siempre a ir dos veces para comprar una cosa, de modo que ideó plan sin margen de error. La puerta de su habitación se había estropeado, la manilla no obedecía y su intimidad estaba en juego. Así fue como salí de mi habitación al pasillo y le vi sacando la puerta de su sitio, desencajarla de sus bisagras y enfilar la calle con ella bajo el brazo. ¿Qué haces? Voy a la ferretería.

Barrera quería cortar de cuajo la pregunta del ferretero acerca de la manilla de su puerta. Así que salió resuelto a la calle con la puerta y mientras un servidor lloraba de risa desde la ventana, Francisco Javier Fernández-Barrera Larzábal hacía historia encaminándose resuelto hacia aquella antipática ferretería. Logró la gesta. Compró a la primera una manilla para su puerta, sin dejarle al ferretero excusa posible para no vendérsela. Desde entonces, siempre he ido a las ferreterías con la pieza averiada, con la foto de su ubicación en el móvil y con el teléfono de Barrera a mano por si la cosa se pone fea. Tal es la determinación de este fornido guipuche cuando se le pone algo entre ceja y ceja, que hace veintidós meses, en febrero de 2011, me dijo que me hiciera un blog. Temí que la alternativa fuera ir a la ferretería de Santa María de Guecho y aquí estoy.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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