Una película de Tarantino sin tiros sería algo así como un bocadillo sin pan. En ‘Django’, por supuesto, hay tiros. Pero hay dos clases de tiros. En la primera mitad, son tiros relajados, cargados en algunos casos de ironía, sin ninguna carga de tensión para el espectador. En la segunda, la cosa se pone tensa y, como era de prever, acaba como una romería en Peón, al más puro estilo tarantiniano. El resultado global es, para este humilde aficionado, tremendamente entretenido y a eso es, en primera instancia, a lo que vamos al cinema. Han acusado a Tarantino de violencia gratuita y verdaderamente la hay. Son tres escenas, en la segunda mitad, que tienen tela, pero uno ye paisano y las aguantó estoico mientras la muyer se tapaba la cara. Es lo que tiene manejar la motosierra en tu tiempo de ocio, que te hace paisano de los de peloenpecho y no hay Tarantino que te amedrente.
Dicho esto, ‘Django’ consagra a dos actores. El presunto protagonista es Jamie Foxx. Lo hace bien, como en ‘Ray’. Pero son otros dos los que lo bordan. Primero, Christoph Waltz, el nazi cabrón de ‘Malditos bastardos’, que puede ganar este año su segundo Oscar al mejor secundario. Resulta todo un placer para los sentidos su actuación. Y, segundo, Di Caprio, quien con esa cara de neñona acumula ya demasiadas grandes películas a sus espaldas como para no considerarlo uno de los grandes. Aparece apenas en el último cuarto de ‘Django’, pero está sembrado, sembradísimo, así que no bromeemos con Di Caprio y su empalagoso abrazo a la chica en la proa del ‘Titanic’, tan graciosísimamente traducido en ‘versión asturiana’.
Gran Tarantino una vez más en una película que, en versión crítica, podríamos decir que no es sino un nuevo videoclip de violencia; solo que está tan bien hecho, con tan grandísimos actores, con tan hermosos paisajes del Oeste que no puedes más que rendirse a su versión violenta de la realidad. Miras la cartelera, la analizas de arriba abajo y, salvo la deslumbrante ‘Vida de Pi’, no te decides de momento a hincarle el diente a nada más. Otra interesante película reciente, la noruega ‘Headhunters’, duró en la cartelera de los Yelmo menos de siete días, todo un récord difícil de superar, lo que obligó a solicitar la ayuda de ‘amistades peligrosas’ en aquello del pirateo informático. Vista anoche, sólo cabe decir que casi podría ser de un ‘tarantino’ noruego, pues tiene acción trepidante y curioso desenlace, con la bonita natura noruega de trasfondo. Pero ya se sabe que el cine requiere una buena promoción detrás para que dure en las pantallas. Así que entre el Salvaje Oeste de Quentin Tarantiros y las trepidantes persecuciones por Oslo llegas al lunes con ganas de invadir Polonia. ¡Apartaivos, forasteros!