Estás cerrando la olla exprés con los ingredientes de una porrusalda nadando en su interior cuando suena el móvil. Esperas a tu padre para comer y en la pantalla del móvil pone: padre. Descuelgas y una voz masculina que no es la de tu padre se identifica como un policía local (suceso, piensas al instante). El poli se apresura a decirte que no es grave. Acaban de atropellar a tu padre, tiene una brecha en la frente, aparentemente nada más. Preguntas por el lugar y el lugar es el Codema, el paso de cebra entre el parque de Cocheras y el Codema. Apagas la olla y sales a la carrera. Crees que es cierto que no es grave, que será solo el susto, pero son ya 81 años de padre, muchos, lo cual lo agrava todo. Llegas al lugar del crimen. Y ahí están todos los ingredientes: la furgoneta de atestados, el coche agresor, el espigado y joven conductor agresor vociferando con una voz fea que él iba bien, un coche de la Policía Local y la ambulancia. Corres hacia la ambulancia. Y ahí te encuentras al pater, con su brecha en la frente, con una herida en el pómulo, con la pierna izquierda muy dolorida, algo mareado, pero con una cierta sonrisa irónica para quitar hierro al asunto. Hablas con él y coordina. El sanitario te explica que no parece grave, aunque al tratarse un golpe en la cabeza nunca se sabe, el policía que te llamó se identifica, una testigo dice que el peatón cruzaba bien, con el semáforo en verde…. Con las cartas sobre la mesa, toca Cabueñes.
Cuatro horas después del accidente, abandonamos el hospital padre e hijo en taxi a por esa porrusalda que se quedó a medias. Cuatro puntos en una ceja, dolorosas contusiones, creciente cojera en una pierna y el susto en el cuerpo. La atención ha sido buena, las radiografías no dieron nada y, en el último trámite médico, cuando una guapa enfermera morena le tomaba la tensión al herido, éste miró al hijo y le dijo a la moza: Si no me llegan a atropellar, no te hubiera conocido. Hubo risas y la cosa casi llega a intercambio de tarjetas… Así concluyó, de momento, ese atropello que pudo cambiar una vida para siempre, aunque los dolores aún durarán muchos días. Un golpe, ironías de esa realidad siempre superior a la ficción, ocurrido justo en la misma calle donde este juntaletras fue ficticiamente atropellado hace justo un mes, el 25 de enero, en un relato escrito en este rincón (En las mazmorras del Codema). De la imaginación del blogero se pasó, de golpe y porrazo, a la realidad del padre del blogero.
Para más casualidades, minutos antes del accidente resulta que te habías topado por el Muro con el compañero de caminatas de tu padre, quien te contó cómo el pasado sábado se pegó tremendo tortazo al tropezar cuando coronaba ya La Providencia. Resultado: tres puntos en la nariz, la marca de las gafas en la frente y el ojo izquierdo morado. Y ahora, le preguntas a tu herido mientras se repone en el sofá, ¿iréis los dos averiados juntos a la próxima conferencia del Ateneo Jovellanos? Pensarán que reñisteis. Él ríe mientras rememora, quizá, esos boxes del hospital de Cabueñes donde revivió cuando le tomaban la tensión.