Llegas a trabajar, miras la chuleta de la jefa para el día y ves una corta palabra en la página 2/3: Pitbull. Entonces piensas: suceso, ataque canino, gijonés despedazado, etc. Craso error. Cuando preguntas por el presunto caso sanguinario ocurrido quizá en el arenal de San Lorenzo, las risas te dejan malparado. ¿No conoces al Pitbull con mayúsculas? Pues, francamente, no. Pitbull, señores y señoras cuarentones, es un raperu cubano llamado en realidad Armando Pérez, un cabeza rapada con gafas de sol tan animosu como nuestro concejal Jorge Espina, e incluso parecido, cuando coge por banda un micrófono y se pone a hablar de carrilesbici, pegeoús, sueldos o voladizos. Desde que EL COMERCIO de ayer dio la exclusiva mundial de la actuación de Pitbull en Gijón para el próximo verano, profesionalidad obliga, un servidor, amante de todas las músicas; clásicas, modernas, abigarradas y estrambóticas; se ha dado un baño de Pitbull en Youtube.
¿Y cuál ha sido el resutado? Bueno, pues uno que ye receptivu, valora ítems como ritmo, marcha, morro, música envolvente y ganas de bailar. Pones a Pitbull en casa y, al igual que te pasa cuando pones a Lady Gaga, por la mañana, a buen volumen, te encuentras contigo mismo en el centro de la sala rapeando, moviendo los brazos pacá y pallá, girando la cabeza pacá y pallá mientras Pitbull dice “la cosa ta dura”, “la mujer en Venezuela”, “el que no siga mi consejo no llega a viejo la-la-lá” y otras vaguedades acompañadas de ritmos trepidantes y, casi siempre, de una bonita voz (de Shakira, Cristina Aguilera, Jennifer López, Marc Anthony, de un negro o negra desconocido…) que es, en realidad, la que hace melodiosa la canción. Pitbull, señores y señoras del jurado, no nos engañemos, se limita a hablar, a charrar, a darle a la parpayuela mientras otro es el que, de verdad, canta. Pero lo hace con convicción, duro, chulo, jeta, dominante, como nuestro concejal Jorge Espina cuando coge el micrófono, pero con un timbre de voz más masculino, más machomán, más trasgresor (a Espina le falta comerse unas docenas de huevos crudos para dar empaque a su aflautado discurso).
Miras en Wikipedia para hablar de Pitbull con propiedad. Ves términos como regaeton, hip hop, electrouose y dance pop. Nacido en Miami. 32 años. Pero a ti lo que te parece, “ya tu sabes”, es que estás escuchando a un raperu moderno, “pero mira que tú tas buena, pero mira que tú tas dura, dale muñequita, abre ahí”, que ha pillado una fórmula mágica para triunfar en ambiente bailongo, discotequeru, de ese que desapareció de la faz del Gijón del Tik, el Jardín y el Oasis. Pitbull vendrá al Palacio de los Deportes. Y, vos decivos una cosa, ahí voy a estar dándolo todo, disfrazado de lagarterano juvenil, con la cabeza rapada, las gafas de sol y un traje blanco que me hagan sentirme el rey de la fiesta. Porque el Pitbull lo vale. Porque la vida son cuatro días y tres está nublado, como dice mi buen amigo Cráneo (otro pitbull cojonudo). Porque con Armando Pérez uno se siente rejuvenecer. E incluso puede llegar a sentirse el mismísimo Jorge Espina rapeando en el salón de plenos municipal. Hermanos en la fe, pitbulleemos el 25 de julio en Xixón. Sólo hay que cerrar los ojos, alzar los brazos y ponerse a volar en la pista como un pitbull, un caniche o un perro gorilero. Con Pitbull, el pitbull de Miami, mi chico, “la marcha está contigo”.