Antes de rodar ‘King Kong’ (1975) y ‘El cartero siempre llama dos veces’ (1981), una esplendorosa y desconocida Jessica Lange de 19 años veraneó en Colunga con su novio, Paco, hijo del nutricionista Francisco Grande Covián, y, quizá, bebió sidra y tomó parroches en la Cuesta del Cholo de Gijón. Esta escena ‘pre-hollywoodiense’ se habría producido en 1968 cuando la actriz aún no era actriz y viajaba por España con su novio asturiano, a quien había conocido en la Universidad de Minessota, donde ella estudiaba Bellas Artes y él daba clases de fotografía. Se habría repetido además en veranos sucesivos, pues la pareja se casó en 1970, el matrimonio fue bohemiamente feliz durante cinco años y tras su separación no consumaría el divorcio hasta 1981. Sin embargo, hoy, cuando Paco acaba de cumplir los 70 y Jessi anda por los 64, se llaman periódicamente por teléfono, la casa de uno no dista demasiadas millas de la del otro en el estado de Wisconsin y se llevan estupendamente, lo cual a uno le quiere recordar esa novela de García Máquez llamada ‘El amor en los tiempos del cólera’.
Cuando, buceando en internet, di con el ‘pasado asturiano’ de Jessica Lange, ganadora de dos Oscar, no pude más que sentirme fascinado por la historia. La actriz, mito erótico de los 70, 80 y 90 (todavía está estupenda en ‘El Cabo del Miedo’), tuvo un marido asturiano, su primer marido. Él era Paco Grande, hijo del afamado nutricionista que se había trasladado a Estados Unidos allá por el año 1953 para proseguir su labor investigadora. Ella era una completa desconocida. Su idilio les decidió a viajar por Europa, por España, por el mundo, a llevar una vida un tanto hippie, a reposar en la casa familiar de Colunga, a dar paseos hasta Lastres, donde se atiborraban de marisco, a respirar juntos el plácido aire asturiano y, finalmente, a retornar a Minessota. Cuando se casaron, Paco tenía 27 años y Jessica, 21. La felicidad de la pareja fue plena hasta el rodaje de ‘King Kong’, que abrió las puertas de la fama mundial a la actriz, en un nuevo escenario en el cual su matrimonio tenía las horas contadas. Pero pese a romper ese mismo año, nunca se olvidaron el uno del otro.
La vida de Jessica Lange desde entonces es públicamente conocida. Además de hacerse una actriz mundialmente famosa, inició una relación con el bailarín ruso Mikhail Baryshnikov. Seis años después, contrajo matrimonio con Sam Shepard, una unión que duró casi treinta años (se separaron en 2010) y dejó sus frutos en forma de dos hijos. Paco, entretanto, tendría una vida variopinta, marcada por una retinosis pigmentaria desencadenada al sufrir un accidente en Alemania, cuando hacía la mili para el Ejército americano, que ha ido acentuando una ceguera que a día de hoy es casi total. En su periplo vital ‘post Lange’, Paco pasó una temporada de su vida en Cuzco, donde se casó con una peruana y tuvo dos hijos. Hoy, ya separado, acaba de hacerse una casa en el estado de Wisconsin, donde pasa temporadas uno de sus hijos, y vive a escasa distancia de un hermano de Jessica, con quien mantiene una extraordinaria relación, en un estado donde también tiene casa su ex. Esa es la situación actual. La vida actual de Paco Grande, un hombre cuya imagen, vista en internet con su familia, con una barba poblada y un gesto amable, transmite serenidad, gusto por la vida, buena educación… Paco parece un gran tipo a primera vista. Y ese pasado con Jessica del que no gusta hablar a los medios de comunicación conforma a buen seguro una honda huella en su ADN que se guarda para sí, lo cual no deja de ser una actitud elegante y discreta que le honra y le define.
Hace dos meses, después de mucho bucear en internet indagando acerca de aquella relación entre Paco y Jessica, conseguí dar con la hermana del gran protagonista de esta historia. La telefoneé a Madrid, me identifiqué y le expuse mi deseo de hablar con Paco. Ella, amable desde el comienzo, tuvo el impulso de darme el teléfono de su hermano en Estados Unidos. Lo apunté. Luego me pidió que esperase a tener una conversación entre ellos. Así lo acordamos. Cuando me interrogó por mi interés, introduciendo el matiz de que a Paco no le gustaba hablar de temas morbosos relacionados con Jesse (pronunciado con un acento inglés maravilloso), yo le dije la verdad: El detonante de mi interés era la combinación de un asturiano con una vida rica y variada, hijo de un gran personaje también asturiano y casado en un momento de su vida con una afamada actiz. Lo de Jesse, le dije, era inevitablemente interesante. Ella guardó silencio. Al cabo de unos días me llamó. Yo le había dicho que estaba dispuesto a viajar a Estados Unidos para entrevistarlo personalmente, para publicar una entrevista en EL COMERCIO e incluso, si me daba la sesera para tanto, para escribir un libro con su fascinante historia; no un libro morboso, sino una peripecia vital en la que, sí, la coprotagonista sería Jessica Lange. ¡Qué le íbamos a hacer! Desde aquella conversación hasta su llamada pasé cuatro o cinco días angustiosos, pensando en aprovechar las vacaciones para volar a Estados Unidos, cavilando si sería capaz de llevar aquella fantástica historia a un libro, imaginándome en el porche del típico caserón americano conversando con un amable señor de barba blanca, casi ciego, que me abriría la ‘caja negra’ de sus recuerdos.
Todo esto daba vueltas en mi cabeza cuando sonó el teléfono. Estaba trabajando en el periódico, vi el nombre de Gloria Grande en el móvil y me fui nervioso a un despacho. “Adrián, hablé con mi hermano y no quiere”. Un vacío interior se adueñó de mi sesera, tras tantos devaneos sobre el tema. Pero entendí su decisión, más que entenderla la aplaudí. Este es un tío de una pieza, pensé. No me conoce de nada y no quiere contarme su vida. En mi móvil está el suyo apuntado, pero, claro está, no lo marcaré nunca. Seré fiel a su hermana y a su decisión de que nadie le incordie sobre ese pasado americano, europeo y asturiano con Jessica Lange. La historia de ambos bulle en mi mente, ahí se escribe la novela o la biografía según los dictados de mi imaginación. Pienso en la ironía vital de haber estado casado con un mito del cine, con una bellísima mujer y haberte quedado ciego con el paso de los años; tal parece un peaje a pagar por haber alcanzado a probar la ambrosía, por haber tocado un trozo de cielo. Paco quiere vivir tranquilo, reposado, relajado. Y no será este juntaletras gijonés quien vaya a quebrar esa paz.