Despierto a diario con los ojos rojos, inyectados en sangre, echando espumarajos por la boca y soltando cagamentos contra el Real Oviedo. Me incorporo en la cama y levito unos 50 centímetros hasta caer agotado de nuevo sobre ella. Después inicio una ascensión por la pared con la cabeza girada del revés, pero la falta de práctica en esta nueva e infernal existencia que llevo me impide corretear con soltura por el techo. Así que antes de llegar a la lámpara me suelo pegar un hostiazo (con perdón) contra el suelo. Así es mi vida desde que el averno me poseyó. La esposa aún no sabe nada. Disimulo cuanto puedo mientras está en casa, pero en cuanto sale por la puerta al amanecer inicio la fatal transformación entregándome a los designios de lucifer y dando rienda suelta a todos estos fenómenos paranormales. Por mi incontrolada boca salen despiadados insultos contra históricos jugadores carbayones como Viti y Gorriarán, blasfemias contra esa triste esfinge que preside nuestra tierra astur y una larga retahíla de tacos con variopintos destinatarios. Me cago en los sindicalistas, en toda la clase política y en la osa petra de Oviedo. Y no me pregunten por qué culmino mis plegarias con un agudo ‘Viva Wert’, prueba palpable de mis delirios.

¿Y por qué disimulo en público? EL COMERCIO da hoy la respuesta. De un tiempo a esta parte, la Iglesia asturiana ha extendido sus tentáculos para acabar con el maligno en todas sus manifestaciones. Don Benito, deán de la catedral de Oviedo, experto en exorcismos, cuenta en el periódico, con pelos y señales, su última labor contra una infernal posesión realizada en el mismo Gijón. La cosa huele a chamusquina. Un carbayón de 70 años viniendo a la tierra de Jovellanos, Quini y Churruca a robarnos el demonio que llevamos dentro…. No sé, no sé. ¿Liberación del mal o rivalidad local? Como si del Padre Karras se tratase, Don Benito merodea Gijón armado con una cruz y un rosario dispuesto a acabar con la leyenda del Sportinguista, ese experto en exorcismos que llevaba agua del Piles para acabar con los demonios oviedistas. Ahora, él viene a vengarse. Atraviesa la autopista ‘Y’ a diario con su maletín buscando ese veneno antioviedista que suelto cada mañana. Y mucho me temo que esté a punto de dar conmigo.

Tras unos nuevos cagamentos contra Lángara, Oli y Cervero; lanzo un viscoso líquido azul por mi boca y hago la maleta para culminar mi venganza en Albacete. Allí maldeciré al equipo carbayón para evitar el ascenso a Segunda y que puedan volver a pisar El Molinón. Pero algo huele mal en la escalera. El padre Benito se aproxima. Oigo el himno del Oviedo y me da una convulsión. El cura exige que renuncie a satanás, me prohíbe salir de casa hasta que acabe la eliminatoria. Yo abro la puerta para huir, pero ahí está su crucifijo implacable. Me quemo por dentro. Y le grito: “Vuelve pala capital maldito puerco carbayón”. Pero él me replica: “Caya la bocona”. Le espeto: “Esti año tampoco subís Benitín”. Él contrataca: “Expúlsote yo espíritu maligno. En el nombre del Real Oviedo, de Celso y de Toni Fidalgo “. Agonizo. Pero insisto: “Borrástete cuando bajasteis a Segunda B”. Retrocede. Se le cae el rosario, pero se recompone con un insistente: “El poder de Oli ye el que te obliga”. “El poder de Oli ye el que te obliga”. “El poder de Oli ye el que te obliga”.

Ahhhhhhhhhhhh! Despierto bañado en sangre, sudor y lágrimas. Satán ha salido de mí.