M., un profesor trasgresor, propone a sus alumnos lanzar bolas de papel a quien cometa una falta sustancial. El método quizá sea poco científico, aunque igual logra una couta adicional de implicación de los adolescentes a su cargo. Esta anécdota, porque eso es lo que es, una anécdota, ha pasado a ser noticia de telediario en esta España nuestra donde lo políticamente incorrecto se paga muy caro. Vamos todos por el libro, como oveyas; y al que se salga del camino marcado lo escorremos a varazos.
Al profesor M. le han expedientado y apartado de sus funciones acusado nada menos que de “lapidadorrr”. Uno no sabe si en el Instituto de Secundaria de la Laboral están emulando a Chiquito de la Calzada (de Asturias) o es que temen el rodaje en una de sus aulas de un remake de ‘La vida de Bryan’, donde tiene lugar la lapidación más divertida de la historia. Cuentan las malas lenguas que este profesor de Lengua y el director del instituto, también profesor de Lengua, comparten disciplina, pero nada más. O sea, que el jefe no puede ver a su trasgresor compañero de docencia, recién llegado este año. Y de esos polvos, estos lodos.
La tercera pata del banco la forma el resto de la comunidad educativa: profesores, padres y alumnos. Un buen porcentaje de los tres colectivos ha hablado ya de desmesura, de caza de brujas, vaya, e incluso ha iniciado una recogida de firmas de apoyo. También hay madres que se han manifestado en contra de que lapiden al chiquillo con bolas de papel, no le vayan a hinchar un trauma infantil en la frente.
Descrita toda esta mierda, quizá solo quepa expedientar realmente al director del instituto, o cuando menos investigar su protagonismo en estos hechos, pedir disculpas a M. y animarlo a seguir lapidando a sus alumnos con bolas de papel, una práctica cuando menos ingeniosa con vistas a mantenerlos atentos a la tarea. Y finalmente, a los padres, los grandes culpables de que el sistema educativo español haga aguas, al no tener tiempo físico para educar a sus hijos en casa, decirles que dejen de tratarlos como reyes y de concederles todos sus caprichos, pues flaco favor les están haciendo a ellos y a la sociedad. Mucho mejor, lapídenlos siquiera una vez a la semana. Aunque sea con bolas de papel.