A partir de hoy, el Sporting son recuerdos. Cuando pisé por primera vez la Tribunona a los 7 años. Cuando me deleité con aquella alineación de ensueño (Castro, Redondo, Doria, Maceda, Cundi; Joaquín, Ciriaco, Mesa, Morán, Quini, Ferrero + Uría). Aquella temporada en la que Luhovy y Luis Enrique marcaron 15 goles cada uno. Sobra decir que a su término vendimos al gijonés, con sus 20 años y su talento, por 1,5 millones de euros. El año de Salinas bota de oro; incomprensiblemente regalado a Japón al inicio de la siguiente temporada. O el ascenso de Preciado. Bonitas estampas para alimentar el baúl de los recuerdos del sportinguismo.
A partir de hoy, 30 de julio de 2013, oficializado el regalo de Borja, internacional, de 19 años, por 2,2 millones que deberían ser 30, abandono con dolor mi sportinguismo. Ni sacaré el recibu sobre el que ya dudaba, ni aportaré un euro que pueda llegar a la planta noble de Mareo, ni pisaré El Molinón aunque juguemos la promoción de ascenso; o aunque subamos. En la hipótesis de que un rey midas nos fichase once brasileños de restallu, el Sporting podría ganar la Liga, pero ¿sería el Sporting? En la realidad actual, el equipo titular de la temporada 2013/2014 quizá vaya a tener dos asturianos (Alex y Cases), mientras lo demás serán bosnios, toledanos, madrileños, canarios, etc, etc; toda una apuesta por Mareo de la que este sportinguista de 45 años se apea definitivamente.
¿Qué parte de los 2,2 millones de Borja saneará la deuda del Sporting y qué parte se quedará por el camino entre representantes, intermediarios y otras manos negras que todos conocemos? No quiero ni pensarlo. ¿Cambiará la vida económica del Sporting por vender a Borja? En absoluto. ¿Dónde está el dinero de las ventas de Botía, Barral, Trejo, De las Cuevas, Borja? Acaso en ninguna parte. Cuando se consume la marcha de Julio por 400.000 euros habremos logrado el récord histórico de regalar nuestro mejor patrimonio por 2,6 millones de euros; cuando podrían valer tranquilamente a corto plazo 40 millones cada uno. Como Illarramendi.
Adiós Sporting. Ni logrando el ascenso volveré a pisar El Molinón. Este Sporting ha dejado de ser mío, ha perdido el alma y nadie sabe exactamente dónde tiene la cartera. Si un día salen por su puerta Amado el Odiado y los Fernández (padre, hijo y espíritu santo) meditaré volver. Hasta entonces, ni un euro, ni un comentario, ni un solo segundo de mi tiempo. El Sporting ha muerto.