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Adrián Ausín

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Al teatro griego en Epidauro

(Tragicomedia griega 10)

Panos, Petros y Takis son los tres hermanos que regentan la Pension Marianna, el coqueto hotel desde donde se divisa todo Nauplio. Los tres son calvos. Los tres usan gafas. Y los tres gastan pantalón corto, dejando al aire sus gruesas pantorrillas. No obstante, hay alguna pequeña diferencia: Panos es el más agradable, se desvive con todas tus dudas. Él es quien te recomienda coger un coche para ir tanto a Micenas como Epidauro; y también quien, tras consultar en internet, te revela cuando llegas que al día siguiente representarán una obra clásica, ‘Medea’, en el mismísimo teatro de Epidauro del siglo VI adC, quizás el mejor conservado de toda Grecia. Al instante decides ir, pese a caer en la cuenta de que no te enterarás de nada. “Cuando mi padre me llevó la primera vez, tenía diez años y la obra se representó en griego clásico, así que yo tampoco me enteré de nada, pero nunca olvidaré aquello”, te cuenta en inglés.

Cuando regresas al hotel de tu mañana micénica, rematada por un descanso de sol en una hamaca, no está Panos. No sabes si hablas con Petros o Takis. Le preguntas si se puede sacar la entrada por internet. Lo intenta. Pero resulta un lío. Así que decides ir a por uvas, pues difícilmente se agotarán 14.000 localidades a cielo abierto en estos tiempos que corren. Tras media hora de curvas, pasas Epidauro pueblo y llegas a un amplio aparcamiento de hierba gobernado por varios policías, que te indican el sitio exacto donde has de aparcar. Hay barullo, mujeres griegas elegantemente vestidas, ambiente cultureta en una amplia zona llena de coches. Vas rápido a las taquillas, donde hay cierta cola y sacas ‘gallinero’. Por diez euros te sentarás en el teatro de Epidauro. Hay muchos precios hasta llegar a 85, al ras del escenario, pero para un guiri que no va a entender nada parece suficiente estar a la altura de los dos tercios del coliseo. Dice la guía, además, que la caída de una moneda en el suelo se oye perfectamente desde la última fila a modo de ejemplo de su excepcional acústica.

Cuando eliges tu asiento de piedra sientes una especial emoción. Está a punto de anochecer. Tienes ante ti un anfiteatro con 2.600 años de historia mirando a un paisaje montañoso. Imaginas que saltará al escenario Rusell Crowe para combatir con otros esclavos. Pero no representan ‘Gladiator’; ni estás en el Coliseo sino en un teatro. Representan ‘Medea’, un culebrón que pondrán en escena quince actores masculinos, pese a haber personajes femeninos en la obra. Al inicio te sorprende. El griego suena fuerte. Agresivo incluso. Distingues la palabra ‘kalimera’ (buenos días) en boca de un actor. Aguardas a identificar alguna otra de la media docena que sabes -kalispera (buenas tardes), kalinigta (buenas noches), efkaristó (gracias), parakaló (de nada)-, pero no lo logras.

Luego te aburres un poco. Menos mal que en los 90 minutos que dura la obra intercalan cuatro breves canciones clásicas cantadas a coro. De repente, estando absorto en tus paranoias para pasar el rato el público estalla en una cerrada ovación. Miras a la esposa, recuerdas el follón de coches del aparcamiento y le espetas: “¡Vámonos!”. Que aplaudan los griegos. Nosotros, a lo zorro, salimos a la carrera como quien se va sin pagar. Esquivado el atasco, de regreso a Nauplio, reflexionas sobre tu estancia en el teatro, que te ha parecido un extraño sueño fuera de guión. Levantarte con Agamenón y anochecer con Medea no es algo que pase todos los días. Así que te acuestas con una cierta confusión sobre el siglo en el que vives.

 

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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