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Adrián Ausín

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En la torre del Niemeyer

Vuelves a la torre del Niemeyer, a los 360º de Koldo Miranda, donde todo es posible sobre un plato, que tampoco tiene por qué ser redondo. Vuelves a la torre del Niemeyer tras estrenarla el pasado 2 de agosto con un menú degustación espectacular frente a Avilés y frente a una goleta portuguesa iluminada como por arte de magia. Entonces te llevaste a la boca una aceituna que no era una aceituna, te fuiste de tapas por Madrid sobre una tabla de madera, donde destacaba un microbocata de calamar, levantaste un cono de cristal para recibir los olores del bosque asturiano ocultos en unos deliciosos microalimentos, pasaste a un arroz marinero, postreaste ricamente, te pusiste tibio de Albariño y de rico tinto. Y volviste a Gijón a palpu.

Anoche, en este noviembre gris, había que abrirse a nuevas fantasías. Un nuevo menú degustación era una tentación sugerente. Entre los primeros bocados, destacó el llamado ‘sobre sorpresa’ con color de berenjena y frutos secos en su interior. También la ciruela que no era una ciruela o la fresa que no era una fresa. “Esto es como un juego en el que nada es lo que parece”, indicaba la hermana de Koldo Miranda. Luego llegó una megaoriginalidad: una bañera, con su esponja y su largo cepillo. Salvo la propia bañera, todo se comía y se mezclaba. Delicioso. De ahí al plato estrella: un arroz meloso con casquería. Espectacular. Y para rematar un gran coco que al abrirlo era otra cosa y un rico bombón. Cenas en la torre del Niemeyer con una de tus dos parejas de amigos avilesinos (a los otros habrá que llevarlos a la siguiente degustación) y a las sorpresas que se van sucediendo sobre el plato se suman crónicas viajeras, chascarrillos, risas.

Habla Xuan Bello en EL COMERCIO de hoy domingo de los misterios de una puerta, de cómo gusta elucubrar acerca de lo que habrá tras ella. Acaso un saco de trigo mordido por un ratón, o una bici vieja o cualquier cosa que guarde armonía con esa vieja puerta que está contemplando desde la terraza de un bar. Le gusta a Xuan Bello abrir puertas, siquiera con su mente. Es así como decides transformar un sábado anodino en una sucesión de puertas que se abren. Una singular visita a Laboral Centro de Arte, una majestuosa carcasa con contenidos variopintos, un enésimo paseo por el Jardín Botánico, del que te llevas dos calabazas de regalo; y, por la tarde, tras una larga duermevela con el Murcia-Sporting, una visita a Avilés, al secreto mejor guardado de Asturias, donde al otro lado de la ría hay un platillo volante llegado del cielo que cualquier día despegará como llegó, al igual que las ciudades del futuro de Flash Gordon. Entretanto, en su torre, hay pitanza. Comida rica, imaginativa, distinta para hacer un viaje gastronómico por el hiperespacio. Dominas la ciudad como don Fermín de Pas desde la catedral de Oviedo. Y comes, ríes y bebes a placer. Al final, la hermana de Koldo te mostrará los secretos de la cocina, esa mesa de catorce donde Natalio Grueso se ponía grueso. O esos fogones sacados de un episodio de ciencia-ficción. Abandonas el platillo volante de Avilés, cruzas la ría y miras atrás para certificar que no te acabas de despertar.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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