En una terraza de Roma, a unos metros del Coliseo, se celebra una fiesta explosiva. Suena música bakaladera con una pegadiza melodía de fondo de Rafaela Carrá. Gente elegante baila desmelenada. Hay gogós, nobles venidos a menos, escritores, editores, tías buenas, una mujer enana, drogas en el baño… Se celebra el 65 cumpleaños de un singular personaje, un glamuroso periodista, Jep Gambardella, quien nos narrará su vida a lo largo de 142 minutos de una belleza plástica inigualable. Las imágenes de Roma, la variopinta música (clásica, bakalao, cuasigregoriano), el vestuario, los palacios, el arte, los jardines, los personajes… Todo un cóctel de sensaciones que nos recuerda a ‘La dolce vita’ en una renovada versión del siglo XXI.
Junto a la belleza plástica de ‘La gran belleza’ hay una profunda reflexión sobre la vida maquillada en un engañoso envoltorio de frivolidad. Gambardella nos pasea por la Roma festiva de las altas clases sociales, disfruta de cada momento, no se compromete con nadie, celebra tertulias nocturnas en su terraza, fuma, bebe, baila y se acuesta con bellas mujeres. Pero nunca se compromete. Ese modus vivendi, ese carpe diem, se resume en un momento de la película en una frase recitada por un extraño personaje: “Arriba la vida, abajo los recuerdos”. No parece un mal consejo iniciar cada día como si aún no hubiésemos vivido nada. Vivir mirando adelante, nunca hacia atrás. Pero pese a la bondad de la receta, aplicada en razonables dosis, Gambardella llega a ese punto en el que se siente cansado de tanto desfase, lo cual le lleva a incumplir su máxima y recordar. No puede evitar el recuerdo del primer gran amor, lo cual le lleva a reflexionar sobre su vida, no a arrepentirse, pero sí a dejar constancia ante su círculo de bohemios de que su actitud vital no constituye otra cosa que una huida hacia adelante, un truco para sobrellevar la existencia de la mejor manera posible, sabedores de que al final del camino nos aguarda a todos un señor de negro con una guadaña al hombro. O sea, la inexistencia.
‘La gran belleza’ es por tanto agridulce. Pero, sabedores de que estamos abocados a la desaparición, constituye una apuesta tan válida como la de la familia feliz. Cultivar el hedonismo, rodearse de lo bello, admirar el arte, despreocuparse tanto del pasado como del futuro es una actitud que, al menos, supera con creces ese lamento continuo en el que se instalan muchos seres humanos.
Pd.-Dice mi big broder que la película, aun estando bien, carece de trama. Aceptamos barco. Puede ser que no tenga una trama convencional. Pero la trama es simplemente la propia vida en un marco incomparable. Roma. Siempre Roma. Dos días después de haber dicho esto, el big broder vuelve sobre la película y le saca múltiples lecturas al ‘no argumento’. Es ‘La gran belleza’.