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Adrián Ausín

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El misterioso crimen del Muro

(ficción)

Los paseantes del Muro más madrugadores descubrieron los cadáveres antes del amanecer. Fue en la mañana del 8 de enero de 2014, tras aquel inusual día de calor, cuando los termómetros alcanzaron en Gijón los 22 grados, después de que una tormenta arrancase a jirones varios embellecedores del paseo. Al llegar al Rinconín, un matrimonio ataviado con ropa deportiva divisó un cuerpo tendido en el suelo boca arriba. Se trataba de un varón de unos sesenta años, con un rictus de paz desdibujado por una extraña mueca de su boca, ligeramente abierta y curvada hacia abajo. Tenía sangre seca en la sien. Vestía ropa de montar a caballo. Una de sus botas estaba ladeada en el suelo mientras la otra había quedado con la punta mirando al cielo, como si quisiera decirle algo. A su lado, una pistola completaba el cuadro.

Tras un rápido vistazo, él telefoneó al 091. Una hora después, una cinta roja acordonaba un amplio perímetro, desde la escalera 22 a la 24. Los agentes tomaban pruebas. Dos ambulancias esperaban la llegada del juez de guardia para hacer su trabajo. Una masa creciente de curiosos rodeaba la escena. Y una bonita mujer de pelo rubio y piel lechosa, totalmente desnuda, yacía muerta en el pedrero. Crimen pasional, a todas luces. Pero, ¿qué había ocurrido exactamente? En la primera comparecencia conjunta de los comisarios de las policías nacional y local solo se aportaron las identidades. Se trataba del marqués de Arroes, Hermenegildo Ridruenco, aquel solitario hombretón de 62 años, viudo y sin hijos que vivía en una gran hacienda; y de su ayudante de cocina, una bonita eslava de apellido impronunciable, Clara Wotzkeilmzt. La finada tenía 28 años. Él presentaba un orificio de bala en la sien y ella, dos, en el pecho. Se buscaba a una tercera persona, pues desde el cuerpo sin vida de Clara salía un reguero de sangre que trazaba dos direcciones: primero hacia las rocas del fondo y después hacia las escaleras de acceso al pedrero. Éste se perdía en el césped de El Rinconín.

El secretismo fue total en los días posteriores, mientras la ciudad era un hervidero de rumores. Una semana después de aquella calurosa noche de enero, en una nueva rueda de prensa conjunta, las policías local y nacional esclarecieron los hechos. Nada se había referido hasta la fecha acerca de la identidad de la tercera persona, que la sabiduría popular asociaba sin lugar a dudas con el novio o amante de la finada. 

“Clara Wotzkeilmzt, ciudadana eslava, con situación irregular en España, ingresó al servicio del marqués en octubre de 2013, como ayudante de cocina. Según declaraciones del personal, éste comenzó a frecuentarla e incluso la hacía llamar con regularidad a su biblioteca, donde se le podía escuchar dándole clases de español. Para el mes de noviembre, existía ya una relación entre ambos, pues ella a veces no dormía en su cuarto. Pero él comenzó a requerir su presencia a todas horas y ella, según fuentes del servicio, fue dándole cada vez más largas, lo que empezó a desequilibrar la salud del marqués. La noche de los hechos, el marqués estaba visitando a un viejo amigo, a quien confesaba sus pesares tras un paseo a caballo hasta su morada. Había telefoneado al ama de llaves para decirle que no regresaría hasta el día siguiente, pero tras tomarse unos gin-tonics decidió emprender el camino de vuelta, pasadas las dos de la madrugada. Estaba trastornado por el repentino rechazo de su amada Clara, que tanto y tan de repente había llenado su vida de alegría. Entonces entró en su despacho, en una habitación anexa a la biblioteca, donde acumulaba tantos recuerdos recientes. Lo encontró todo revuelto, con un joyero tirado en el suelo. Presa de la furia, tomó un revólver, miró por la ventana y vio cómo Clara se subía en ese momento a un coche conducido por el novio de ésta, que acababa de llegar a España, a la sazón el tercer personaje en discordia, y tuvo tiempo de bajar a la carrera a las caballerizas, montar a su rocín (el marqués no sabía conducir vehículos) e iniciar una singular persecución de los fugados, quienes no se percataron de su presencia a prudencial distancia, por caminos paralelos a la carretera. Cuando llegaron al Rinconín, ambos se bañaron desnudos en la playa para celebrar su escapada en aquella atípica noche veraniega de enero mientras se besaban amorosamente. En un ataque de celos, el marqués desenfundó su revólver cuando ambos salían del agua, hirió mortalmente a Clara Wotzkeilmzt y alcanzó en una pierna a Karel Kuntziski, quien fue detenido tres días después en el valle de Turón, en Mieres, oculto en una casa de aldea abandonada. Cuando volvió al paseo, se suicidó. Las joyas robadas estaban en el maletero del coche”.

Así se resolvió el crimen del Muro, llamado por otros el crimen del Rinconín, del que en estos días aún puede verse, a la altura de la escalera 24, la silueta del cadáver del marqués trazada en el suelo del paseo. El bravo mar Cantábrico borró rápidamente la de su amada Clara, que las fuerzas policiales dibujaron a su vez en el pedrero. El servicio doméstico de don Hermenegildo rememora aún cómo el amo pasó de una vida gris y apagada a bullir de felicidad durante aquel escaso mes de pasión con la joven eslava, para luego perder la cabeza una vez rechazado por ella. Mientras dure la silueta que rememora los hechos resultará difícil olvidar en Gijón el crimen del Muro, que tanto ha dado que hablar. Nadie se ha ocupado entretanto del caballo utilizado por el marqués, al que se puede contemplar algunas mañanas pastando a escasos metros de donde el amo halló su final.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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