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Adrián Ausín

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Exotismo japonés

Japón, 1959. Yasujiro Ozu fija su mirada en un ramillete de casas bajas a las afueras de una ciudad. ¿Qué ve? Por las mañanas, reinan las amas de casa, cuchicheando unas con otras, cocinando, riñendo un poco a los hijos para meterles prisa. Pasan de una casa a otra abriendo puertas correderas de madera y llamando a la vecina. Se inicia un diálogo chismoso y se van. Cuando llega el marido de noche éste se pone siempre muy serio, cenan todos casi en silencio, luego el marido riñe también un poco a los hijos. Habla como una ametralladora y para en seco. Te partes el culo escuchándolo. Los dos hermanos, de unos 3 y 8 años, están cabreados porque no les compran un televisor. Han decidido hacer una huelga de silencio, que da lugar a situaciones simpáticas. Estás en el salón de actos del Centro Municipal de El Llano viendo ‘Buenos días’. El público ríe bastante las gracietas de los niños, que tienen un concurso de pedorretas con los amigos del barrio y se rebelan con energía contra sus padres. Luego están las charlas de los hombres en el bar. Ozu los retrata como si fueran algo cortos. Básicos, parcos los hombres. Sumisas, chismosas las mujeres. La simpatía está en los niños que crecen con aparentes ideas nuevas.

Los hermanos protagonistas ven ridículos todos los saludos de los adultos, que se pasan el día dándose los buenos días, las buenas tardes, haciendo comentarios anodinos del tiempo y comiendo siempre sopa de pescado con arroz. Así es ‘Buenos días’, un retrato costumbrista de Japón, donde imperan la sencillez, la ironía y la crítica de fondo. Se niegan los padres a comprar la tele a los niños porque dicen que los idiotiza, aunque al mismo tiempo ellos parecen vivir totalmente idiotizados por unas costumbres que los convierten casi en robots. Curioso fenómeno. Gran película la de Ozu. Dudabas si ir a ver ‘Nebraska’ o ‘Buenos días’. Pero esta vez ganaron los japoneses.

Japón, 2013. Vas a los Cines Centro (tres meses atrás) a ver ‘De tal padre tal hijo’, de Hirokazu Koreeda. Es el Japón moderno. Primero te muestran a una familia pija. El padre es arquitecto. Un tipo serio, presumido y estirado que tiene una mujer sumisa y un hijo de unos seis años que él considera que no está su altura. Lo ve torpe, poco inteligente. La casa es silenciosa, aburrida, lujosa. De repente, les llaman del hospital donde nació ese niño. Hubo un error. Una comadrona negligente intercambió dos bebés. Van al hospital y allí conocen a la otra familia implicada, totalmente opuesta. Tienen la típica tienda donde se vende de todo, visten de aquella manera, ríen todo el rato y juegan padres con hijos, que parecen claramente más espabilados que el hijo único. Es un choque de trenes. Las dos familias quedan en verse para ir analizando la situación. ¿Qué prefieren? ¿El hijo criado o el realmente propio? El dilema alimenta toda la película, que tiene mucha miga, mucho debate psicológico, mucho interés.

A la curiosidad por el argumento se le suma un elemento hilarante de primera magnitud. Has ido al cine con tu amigo Barquín, al que en la adolescencia rebautizaste como Lifo. Ya tenía un careto chino-japonés considerable cuando en una sola semana cometió dos errores de pronunciación seguidos. Un día dijo “galaje” en vez de garaje y al otro dijo “Baliloche” en vez de Bariloche. Desde entonces fue Lifo. Y dio la grandísima casualidad de que ese Lifo sentado a tu lado en el cine era una gota de agua con el coprotagonista de la historia, el padre informal que tiene la clásica tienda oriental. Así que cada vez que lo enfocaban los dos amigos sentados en los Cines Centro se tiraban por el suelo de risa. El propio Lifo reconocía el parecido y se reía casi más que tú. Pero, humor amarillo aparte, la película tiene enjundia. De Japón quizá debiéramos aprender a ser más silenciosos, pedirle menos materialidad a la vida, andar descalzos por casa y comer más pescado crudo. Luego a ellos tampoco les vendría mal darse una vuelta por Andalucía y bailar un poco de flamenco. De hecho, allí van como locos todos los veranos. Nadie tiene la piedra filosofal perfectamente afilada.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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