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Adrián Ausín

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Her (¡pallá vamos!)

Futurista, pero no tanto. En veinte años, o menos, ‘Her’ puede estar sucediendo en Madrid, en Bilbao o en Gijón. Al tiempo. Theodore se separa, está hecho trizas, solo en el mundo, deambulando de casa al trabajo y del trabajo a casa. Sus esporádicas salidas le reportan algún que otro revolcón, pero nada más. Está atormentado por el recuerdo de su ex, sin saber qué hacer con su vida. Entonces compra un sistema operativo, con voz femenina, que le administra: avisa de los emails, ordena el disco duro del ordenador, da los buenos días, sugiere revistas, libros, restaurantes, conversa e incluso aparenta tener sentimientos. Cuando se quiere dar cuenta, Theodore está totalmente colgado de esa voz de mujer que le acompaña mañana, tarde y noche. Que incluso, virtualmente, se acuesta con él.

 

 

 

 

 

 

 

Theodore es Joaquin Phoenix, el malo de ‘Gladiator’ (Cómodo). Tiene un hogareño bigote como el del astronauta que cantó ‘Space Oddity’, utiliza gafas y viste camisas sin cuello combinadas con unos pantalones de tergal de tiro alto que forman un extraño contraste con el ambiente tecnológico en que se encuadra la acción. De hecho, estos pantalones los lleva todo el mundo en la película, a modo de uniforme futurista. En los primeros planos, te identificas con este hombre hundido. Te cae bien. Pero enseguida empieza a cargarte un poco. Es sensiblero, llorica, dubitativo; un flojo. Al otro lado, está la voz sensual de Scarlett Johansson, ese lechoncillo rubio de fama desmedida que no te produce ni frío ni calor. El argumento de la película escrita y dirigida por Spike Jonze es terriblemente real, magistralmente original; aunque el desarrollo es un pelín cargante al monopolizar la imagen el bigote de Theodore, el careto de Theodore, el pinganillo de Theodore; y la voz de Samantha, la presencia continua de la primera voz en off de la historia del cine convertida en protagonista femenina.

Un día Theodore se atreve a contarle a sus íntimos que esa chica con la que está saliendo, Samantha, de la que tanto les ha hablado, es en realidad un sistema operativo (SO) con el que la relación se va complicando cada vez más. Entonces descubre que no está solo en esta empresa. Se para en la calle y empieza a observar a los transeúntes. El 90% van hablando solos con su móvil, su SO o su lo que sea. ¿Les suena? Theodore contempla un montón de gente solitaria cuya vida está gobernada a todas horas por su teléfono móvil o su SO. El desenlace lo dejaremos en clave de interrogante, pero es plenamente lógico; nada descabellado y muy muy muy heavy.

Si bien te estropea un poco la película la sensiblería de Joaco Phoenix y el saber que quien trastorna su vida es el lechoncillo Johansson, no puedes más que rendirte a su originalidad, a su terrible realismo y al componente de advertencia al género humano que lleva implícita. Te despiertas a las 5.30 pensando en ‘Her’. Vas al baño. Vuelves. Contemplas a tu bella durmiente. Sigues dándole vueltas a la película. Te imaginas a tu bella durmiente dentro de unos años, viuda, contándole a una amiga en el Café Modern Dindurra que el tamagochi Brad Pitt le hace mucha compañía. ¿Qué mujer renunciaría a que Brad Pitt le diera los buenos días, le dijera lo guapa que está al salir del baño, le aconsejara la película que más le va a su personalidad, el restaurante de moda para el viernes, etc, etc, etc? No se te ocurre el ejemplo inverso con un icono para los paisanos. Quizá la cosa esté más dispersa.

Si a la inteligencia artificial le ponen la voz de Brad Pitt para las jóvenes y Robert Redford para las madres no quieres ni imaginarte los estragos que puede hacer en el mercado. Ese futuro de ‘Her’ está a la vuelta de la esquina. Quien no quiera verlo, que se detenga en la calle ahora, en 2014, y contemple a la gente desfilar con sus móviles pegados a la oreja como un apéndice más de su cuerpo sin ser precisamente seres solitarios ni tener en realidad ninguna necesidad de estar haciendo esa llamada telefónica o esa consulta al ‘guasap’ de los cojones. Vamos pallá. De cabeza.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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