Ausín (Orduña). Martínez (Vigo). Maeso (Burgos). Sopeña (Sotrondio). Bolloqui (Saracho). Fuentes (Vigo)… Para. Para. De seis apellidos de tus abuelos ya la has cagao en cuatro, mecaguenlashostias. ¿Y tus padres? ¿Dónde nasieron pues? Él en Bilbao; de esos bilbaínos que nasen donde les sale de los cojones, pues naser naser nasió en Caracas. ¿Y eso? El abuelo, que fue a haser fortuna y gerensió plasa de toros hasta que cansó y volvió al Bocho. ¿Y la ama? En Sotrondio, pues, criada luego en Gijón. Mecaguenlashostias, ¿y dónde fuiste a naser tú? Pues en Gota de Leche. En el mismo sentro de Gijón. Padre vasco y madre asturiana, dinamita, oye, bomba de relojería. Asento no tienes. No. ¿Y cómo andas de RH? Pues abundante oye. ¿Quieres un poco?
‘En ocho apellidos vascos’ te ríes de principio a fin. Con pedigrí vasco en tus venas, seis años de carrera en Bilbao; un año en Sevilla, el de la Expo 92, y dos de propina en Granada; el choque de trenes entre un sevillano coñón y una batasuni malahostia es una historia con muchos bemoles para triunfar. Si a eso le añadimos un padre de ella arrantzale y bruto, salido tal cual de un chiste de bilbaínos y guipuches, Karra Elejalde, el círculo se completa hasta el punto de volver a ver, muchos siglos después, la sala de cine a reventar, las carcajadas interrumpiendo diálogos e incluso espontáneos aplausos al acabar la película. Todo esto ha conseguido Emilio Martínez-Lázaro, un explosivo cóctel de buen humor que parece la condensación en una única historia del gran programa de humor vascuense ‘Vaya semanita’, donde se ríen de sí mismos a tumba abierta.
Todo el mundo sale con la sonrisa del cine. Te entra la duda de cómo tomarán los bildus los ‘Ocho apellidos vascos’. Igual se les pone el flequillo de punta. Sabido es que Sabino Arana, fundador del PNV, planteó en un principio ocho apellidos de exigencia para ser ciudadano vasco auténtico; luego lo rebajó a cuatro al ver que había puesto el caché demasiado alto y, en su lecho de muerte, cuentan que renunció a toda esta liturgia. De ahí el título y de ahí la reflexión, para quien quiera extraerla, bajo las gruesas capas de humor, de que vascos y sevillanos, pese a ser dos estereotipos en las antípodas el uno del otro, al final, pueden acabar juntos en la misma cama queriéndose mucho. Pues claro, Txomin. No te jode, la hostia.
pd.-Va un cortador de troncos vasco a una entrevista de trabajo. ¿Experiencia? Siete años en el Sáhara, pues. Pero si allí no hay árboles. Había…