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Adrián Ausín

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Tomates por sorpresa

La huerta va viento en popa. Hace justo un año, a estas alturas, habían muerto todos los tomates, pese a estrenar un tendayu hecho exprofeso para ellos, y los pimientos no solo no habían crecido sino que habían menguado. Tanto llovió que se nos olvidó. Luego salió el sol, pese a las predicciones gabachas, compraste nuevos tomates y acabaste por probarlos en cantidad. En 2014 las cosas van por el libro. Hay buena temperatura y no han aparecido botritis ni mildius ni babosas asesinas. Otro pequeño incidente del año pasado estuvo relacionado con ellas. El little broder, muy sensible con las visitas de sus dos perros al prau, te facilitó un molusquicida ecológico para la huerta, no fueran a comerse las microbirutillas sus amados cockers. Le hiciste caso, pero al día siguiente de plantar doce lechugas no quedaba ni el molusquicida ni las lechugas. O sea, que de tan ecológico que era debía de engordar a las babosas. Sintiéndolo mucho, le informaste de que volvías al clásico.

El esplendor huertil de 2014 afecta a todos por igual: tomates, lechugas, pimientos, pepinos, calabacines, cherris, perejil, berenjenas y una simbólica guindilla. Empiezan a asomar brotes de los primeros frutos, lo cual no es para presumir pues los aldeanos de pro hace tiempo que comen lechugas, calabacines y cebollas. Tu huerta empieza en mayo. Es tardía. Y no se le pude pedir más, pues el prau tiene poco de tropical. Entre tanta abundancia de cosas, de repente, mientras riegas, descubres aquí y allá hasta diez microplantas de tomates que han salido solas. Levantan tres o cuatro dedos del suelo y son inconfundibles. Con los pelillos blancos en el tallo y las hojas dentadas. ¿De dónde habrán salido? Es la gran pregunta. El tomate germina a partir de una pepita, así que solo hay dos opciones: uno de la temporada pasada que pudrió en el suelo o los restos del gazpacho que tiras a veces en la huerta a modo de abono. El caso es que recuperas con una pala hasta diez unidades y, entre lechugas y calabacines, haces una fila que podríamos denominar: neonatos, autosuficientes, libres y gratuitos. Larga vida a los tomates Ausín, gritas a tu incondicional público mañanero: ferres, raitanes, ñerbatus, pegas y palomas torcaces. No contestan.

 

Tras currar todo el día con la mente oxigenada por la huerta, por ese ritual que tanto ordena el coco masculino, llega a última hora otro prau más tenso a ocupar tus sentidos; el del Las Palmas, donde el Sporting luce desde el primer minuto dos tapines considerables: Cuéllar, con sus nefastos pies una vez más (no hay portero profesional que saque peor), y ese cantante con tupé virtual tipo Elvis llamado Isma López. Difícil hacer algo bueno cuando sales con dos menos. No hay dupla serbia que valga, ni tipla asturiana de Mareo, ni cuádruple flor made in Preciado. Mejor volver a la huerta, a sus frutos, a sus sorpresas. Pongamos una vela al Pitu el domingo. Y tiremos entretanto por la caleya que conduce a ese césped negro del que brotan tomates sin pedir nada más que agua.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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