(El río Lot 2)
El Penichette 1107 tiene once metros de largo y formato tipo gabarra. En la popa, en su parte más alta, tienes la cocina y la mesa de estar, rodeado todo de ventanales y cortinas. Dos peldaños más arriba está la zona de gobernanza, con su timón, su acelerador y una sucesión de botones. Para pilotar, te sientas en una silla larga como las de la barra de un bar. A ambos lados tienes puertas de cristal, enfrente dos ventanales abatibles y sobre tu cabeza un techo que puedes descorrer como si fueras en un Dos Caballos. O sea, que en un día de sol abres todo, pones música y avanzas con la mirada puesta en la cubierta que se prolonga ante ti. Bajando otros dos peldaños, bajo dicha cubierta, hay un área intermedia con dos literas (que usas de maletero), un baño enano y al final el dormitorio, bastante confortable, al que incorporas una mosquitera de Decathlon para evitar visitantes que te amarguen la noche.
Al llegar a Luzech te entra un ataque de pánico. El barco impone. Dos chicas jóvenes te van enseñando las dependencias, el depósito de agua, el gas, el combustible, las mangueras, la cocina, los ingenios del baño…. Mil detalles. Luego llega la clase práctica de Denis, el dueño del negocio, que te tranquilizará bastante. Sales, atracas de lado, atracas de culo, vuelves a hacerlo. No parece imposible. La hora de entrega eran las cuatro de la tarde. Pero al final sales casi a las siete. Enfilas el río, metes la segunda y llegas media hora después a Parnac. Atracas de popa sin
gran problema en un bonito lugar solitario, junto a unos viñedos, a apenas cien metros de un pueblo disperso volcado en el vino y las nueces. Mientras la esposa inicia la primera cena en el barco, sales con una de las bicis alquiladas a apatrullar Parnac, por si toca la flauta de encontrar una panadería. Pero en Parnac no hay tiendas. Sólo bodegas con venta directa de vino y en algún caso también de nueces, pues entre la sucesión de viñedos hay alguna amplia plantación de nogales.
Precioso Parnac. Pero toca cenar solo con producto autóctono. Longaniza de Avilés, patatas y lechuga de aldea, regado con un Barbadillo traído exprofeso para la primera noche. La sensación de la cena inaugural en el Penichette es total. Además de un barco, es un hogar andante, donde enseguida, amén de algún coscorrón, te sientes como en tu casa. Cocinar con las ventanas abiertas al río, cenar mientras oscurece, cerrarlo todo para la noche, encamarte con ese pequeño vaivén de la proa… Es todo una experiencia nueva que disfrutas en cada tarea.
En siete días, acabarás por recorrer unos 70 kilómetros de río hasta St. Cirq Lapopie y otros tantos para regresar al punto de partida, siempre guiado por una carta de navegación. Te detendrás en pueblos, en zonas salvajes, atracado a algún árbol, saldrás a dar paseos en bici, a conocer pueblos, a comprar en el mercado, a caminar por senderos y bañarte en algún río afluente del Lot. También habrá algún pequeño incidente, como sortear la primera esclusa a la mañana siguiente. Denis se ofreció a darte una clase práctica entre las diez y las once previa llamada al móvil. Pero a la pareja astur se le pegan las sábanas y cuando llega a las doce no está…