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Adrián Ausín

Campo y playu

¿Cómo pasar una esclusa?

(El río Lot 3)

La primera esclusa río arriba tiene a unos metros a un francés sentado con su novia que resultará providencial para iniciarte en sus cuatro destrezas. Si el Lot tiene una pega ésta es la proliferación de esclusas. Deberás sortear 14 en la ida y 14 en la vuelta. La primera te llevará media hora, enseguida la cifra bajará a diez minutos. Pero hay variantes. Si te topas el primer portón abierto y el segundo cerrado la operación se reducirá a entrar, cerrar el primero y abrir el segundo. O sea, manejar dos compuertas. Pero si están al revés pasas a cuatro. De ahí la importancia de que el último usuario haya navegado en sentido contrario al tuyo. En junio hay poco tráfico y pillar una cadencia buena te puede permitir cogerlas todas bien. Si es al revés trae cuenta una parada técnica hasta que se te cruce un barco.

La teoría dicta que atraques unos metros antes y vayas caminando hasta la esclusa para abrirla. En las embarcaciones con dos o tres parejas, o con familias enteras, así lo hacen. Paran, salen los machomans y las mujeres siguen en cubierta a lo suyo. En las de dos ocupantes la cosa está más justa. Así que el comando astur debe usar todo su capital humano, entrar directo a la esclusa que te recibe abierta y subir a la base de operaciones por la escalerilla de hierro incrustada en la pared, primero la esposa, para que le lances los cabos y fijarlos a los bolardos, luego el marido para darle a las dos manivelas, cada uno por un lado, hasta que se cierra una compuerta y se abre luego otra para que, río arriba, se vaya llenando de agua hasta alcanzar el nivel superior. Tiras de las cuerdas para arrimar el barco a la escalera, baja el marido, le tira las cuerdas la muyer, baja ella mientras tú agarras la escalera a mano y arrancas de nuevo el motor.

Cuando te crees ya un experto en esclusas, inicias el viaje de vuelta río abajo sin reflexionar acerca de que el barco no gana nivel de agua dentro de la bañera sino que lo pierde, en ocasiones hasta cinco o seis metros. Quiere la divina providencia que en el primer descenso dejes algo flojas los dos cabos fijados a los bolardos, con lo que cuando la bañera empieza a perder agua el barco se va tensando hasta un punto peligroso, pero sin llegar a volcar. Aprendes con rapidez a dejarlos muy flojos.

Los otros incidentes se reducen a ir directo hacia un desnivel nada más iniciar la navegación una mañana y caer de la burra al escuchar el sonido de la pequeña cascada. Marcha atrás a la velocidad del trueno y desvío hacia el canal lateral. O la chorrada de que el barco de repente se quede sin agua en los grifos pese a haber llenado el depósito la víspera. ¿Qué pasará? Pues nada, que uno de los dos tripulantes ha apagado sin querer el botón del agua en el cuadro de mandos. El incidente que te deja mejor parado es el grueso tronco apalancado en mitad de una esclusa, que empujas al salir de ella con la proa para dar luego una repentina marcha atrás que lo desatasca del barco alejándolo de la zona de navegación. La esposa incluso aplaude y tú pones cara de viejo lobo de mar. Como no llevas pipa, haces sonar la bocina de plástico con gran satisfacción. Del capítulo de incidentes mejor pasar a de divertimentos…

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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