(Explorando los Pirineos 3)
Boltaña suena a entelequia. ¿Dónde coño está Boltaña? Sin embargo, cuando se analiza la sugerencia en el mapa se van cincelando las respuestas. Al Norte, Torla, puerta de entrada a Ordesa. Al Sur, Guara, un parque natural interesante. Al Este, al lado, Aínsa, pueblo medieval. Al Oeste, enfocando el regreso, Jaca. O sea, que Boltaña es un cruce de caminos, un pueblo sencillo, con un monasterio a sus afueras reconvertido por Barceló en hotelón de cinco estrellas. Hay mucha pasta metida en el edificio primitivo, la construción vecina y el tercer bloque alargado donde la oferta se denomina ‘villas’, en la práctica, habitación, baño y amplio hall de entrada. La decoración, en general, la concibió el enemigo. El Monasterio de Boltaña es un pastiche de budas, olivos centenarios y cuadros chillones, una combinación de estilos aterradora. Pero, hecha la crítica, un lugar tranquilo, cómodo, amplio y con una agradable piscina ¡donde aparecen señores y señoras con el albornoz blanco de la habitación! (uno de ellos con playeros).
Tras doce días de andanzas decides dedicar el domingo, 6 de julio, a folgar. Piscina, menú del día, piscina y dos dormideras de época. Antes, al llegar, apuntas directo al objetivo gastronómico más sugerente del viaje: Callizo. Has comido un bocata en Benasque. Así es que el día ideal para ese menú creativo, llamado Tierra, que te oferta este restaurante ubicado en la plaza mayor de Aínsa. Abre a las nueve. A las nueve te sientas. Siete escenarios llaman a la sucesión de creaciones. La primera de todas, ‘Nada’. Una cuchara metida en hidrógenos y puesta en el plato. ¿Qué hacer? Simplemente, chuparla. ‘Nada’ está delicioso. Sabe a frescura, a oxígeno, a vainilla. Ay fía, vaya hambre que vamos a pasar aquí, piensas. Pero en Callizo no tienen prisa. De nueve a once y media de la noche no paras de comer. Empiezan por menudencias. La presentación es original y divertida. Tras la cuchara te llega a la mesa una maceta con un pino. En él hay una ‘procesionaria’. La coges y te la metes en la boca. La nube blanca, al masticarla, desliza a tu paladar un queso azul frío. Al abrir una pesada piedra partida por la mitad hallas otro bocado. Sobre un jardín circular aparecen más alimentos. En un vasito minúsculo te preparan un mojito en vivo. Todo ello servido por un voluminoso camarero negro, una menuda mulata, un joven relamido, una chica autóctona… La sucesión de camareros, explicaciones y experiencias pasa a una parte más contundente en el tramo final con un sabroso arroz, una crema de ajo arriero y un rodaballo. El postre te eleva a los altares. Y de despedida, una gran maleta. Se abre y dentro te aguardan dos trufas en la concavidad de una garcilla y un porrón de vidrio con vino de moscatel para remojarlas. La cuenta sumó 43 euros por persona, más o menos la mitad de lo que costaría esta experiencia religiosa en una distinguida capital.
Si Callizo fue un canto a la creatividad la primera noche boltañesa, la última no estuvo nada mal en una versión diferente. En un pueblo de cuyo nombre no puedes
nunca acordarte,
Coscojuela de Sobrarbe, a 8 km de Aínsa, tienes Casa Falceto, otro palabro, donde se come rico y se elige el vino entre tres barricas tras una cata con un decantador a tu gusto. En este rincón
pruebas por primera vez el esturión, un sabroso pez a mitad de camino entre el salmón y la trucha. Entre estos dos aciertos, sugerencias uno y dos en Tripadvisor, metes el pie en un minicharco en la plaza de Aínsa. El hotel Posada Real, muy elegante él, pone en su terraza: ‘Dos tapas artesanas y caña o vino o sangría: 3,90’. Te sientas. La caña es un corto de cerveza enano. Las dos tapas, de tortilla y de longaniza sobre pan duro, entran juntas en la palma de tu mano y te sobran todos los dedos. No dices nada al camarero para que la esposa no sufra. Pero escribes una crítica en Tripadvisor titulada ‘Estafa en la terraza’. Diez días después no la han publicado. Te avisan que cuando lo hagan ya te enviarán un mail. ¿Será tras el verano? Mientras Callizo se esmera en deslumbrarte, Posada Real discurre cómo engañarte. Pero ahora toca Ordesa, que se erigirá en el último día de monte en serio rival de Aigüestortes.