Soy de aquí al lado… Soy de Mieres del Camín… Cómo voy a olvidarme.

No pudiste ir a ver a Víctor Manuel a Oviedo. Tocaba currar de lo lindo. Pero tras leer la crónica de Alberto Piquero, con su oportuno titular, no pudiste ya dejar de repetir las palabras con las que Víctor Manuel abrió el primero de sus dos multitudinarios conciertos. Soy de aquí al lado… Soy de Mieres del Camín… Cómo voy a olvidarme. Así de simple. Pero el caso es que, en su boca, suena bien: campechano, sentido, tierno, como una boroña de pan. Soy de aquí al lado… No dejas de repetirlo día y noche. Consideras que has visto a Víctor Manuel las suficientes veces en directo, pero algo tiene este hombretón de 67 años, de Mieres del Camín, que incita a la repetición. Aunque siempre vayas a ver lo mismo, a escuchar lo mismo. A nuestro Víctor Manuel sólo le falta salir a cantar con zapatillas y madreñas para completar el cuadro de asturianía tradicional. Quizá su eterno éxito radique, aparte de la bondad de sus canciones, en su negativa a cambiar. Siempre ves y verás al mismo Víctor Manuel cantando lo mismo de la misma manera con el mismo acentazo. Y como en estos tiempos modernos todo cambia tan rápido, como la Tierra no para de girar, cuando ves a Víctor sobre un escenario quizá tu ADN se reconozca a sí mismo, quizá tu disco duro identifique un aroma de establo grabado a fuego hace tanto tiempo que ya ni te acuerdas. Y finalmente te reconcilies con tu propio pasado.

Soy de aquí al lado… Soy de Mieres del Camín… De al lado de la vía del tren. Lo dijo la víspera del concierto, también, cuando inauguró su propia exposición retrospectiva en Oviedo junto a una adolescente de 63 años llamada Ana Belén (Pilar pa los amigos). Añadió algo así como que esos orígenes, esa tierra, esa infancia eran el manantial del que ha brotado toda la inspiración desde sus comienzos musicales hasta ahora. Bonitas palabras. Y mira, Vítor, ahora que no nos oye nadie, que Mieres del Camín no resulta precisamente un paraje sugestivo, con perdón de todos los de Mieres del Camín. Pero cada cual tiene su infancia donde la tiene y la de Víctor Manuel, parece claro a estas alturas, nadie duda dónde está. Quizá ni el Papa Francisco desconozca de dónde es nuestro hombre. Ni tampoco Martes y Trece cuando le imitaban pegando aquellos simpáticos berridos que finalizaban con un disonante: ¡voy por les vaaaaques!

En tu anárquica colección de elepés y cedés hay dos unidades made in Vítor: ‘Soy un corazón tendido al sol’, que pones a veces a todo volumen sintonizando con esta Asturias verde de montes y negra de minerales; y ‘Año tras año’, su grandes éxitos, con veinte temazos como veinte soles: El abuelo, Cómicos, Soledá, la Planta 14… Pasan los años y los sigues poniendo. El último directo de Víctor Manuel al que pudiste ir fue aquel conciertazo benéfico en la Laboral de marzo de 2013, en el que coincidió con su colega Miguel Ríos, el viejo rockero que acaba de cumplir 70 tacos. Cantaron juntos y separados. Y vibraste. Te perdiste Oviedo. Pero algo te dice que a Víctor Manuel podrás volver a verlo otras diez, cien o mil veces de aquí a la eternidad. Él siempre vuelve. Y nosotros, también. Todos con el pelo cada vez más blanco. Pero pasándolo igual de bien.