Gijón-Ribadeo en hora y diez | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

Blogs

Adrián Ausín

Campo y playu

Gijón-Ribadeo en hora y diez

Gijón- Ribadeo (lo comprobarás a la vuelta) está a hora y diez. Qué maravilla. Lejos quedan aquellos años en los que, siendo neno, un día te llevaba tu padre a comer a Figueras, el último pueblo asturiano, a los pies del Eo, para hablar de negocios con un paisano. Tú pirabas clase ese día que tenía como gran foco de atracción un gran plato de filete con patatas (¿o era un chuletón?) y la copa de la casa, con helados, flan, melocotón, caramelo… Aquellos viajes duraban tres horas y pico la ida y otro tanto la vuelta. Tu padre al final no hablaba de negocios. Era una visita de cortesía. Y tú te ponías tibio. Antes de regresar, parábamos en Barres, junto a Figueras, donde había una panadería donde comprábamos hasta seis o siete barras de un pan espectacular. Cerró aquella panadería. Sigue abierto el restaurante Peñalba; el de las farturas. Y ha cambiado entera la carretera. Esa misma que Francisco Carantoña denunciaba cada poco desde EL COMERCIO. La llamaba la carretera del paleolítico asturiano. Y pese a ello la cogía algunos domingos, en aquellos tiempos en que el periódico no salía los lunes, para llegar a comer siete horas después a su Muros natal, en las Rías Baixas, darse un paseo y volver a coger el coche hasta Gijón…¡otras siete horas! Hoy el viaje de Carantoña no llega a cuatro. Y así todo nos daría una pereza terrible hacerlo en el día. Pero algo tenía su tierrina natal que le tiraba como para hacerse aquellas catorce horas de coche para dormir el domingo en casa y estar el lunes puntual en su cita con la actualidad y con aquel Till, donde nos contaba algo de los pájaros que había visto al volante o de la otoñada apreciada en el paisaje. Pero esas son otras historias.

En tu viaje a Ribadeo como campamento base para tres días descubres en la ida la maravillosa playa de Barayo. Hay que bajar unas escaleras pindias durante cosa de quince minutos. Pero merece la pena. Cuando te estás bañando en un agua en calma contemplas un paisaje que bien podría ser escenario de ‘El planeta de los simios’. No los extrañarías llegando a caballo en aquella épica persecución final. Hay cuatro gatos en la playa, unos en pelota y otros no. Tú te apuntas con los primeros para el baño. En este Occidente asturiano apocalíptico pinta un día extraño. Hay quietud en el aire y unas nubes cada vez más negras. Podría ponerse fea la cosa en cualquier momento. Es media tarde. Viernes 19 de septiembre. Así que tras secar un poco toca subir de nuevo al coche. A diez pasos del carro, cae un chaparrón de miedo. Una carrerita con el culo prieto y salvados. Metido en el coche, rodeado de lluvia por todas partes, de esa que golpea fuerte y provoca un repentino olor a tierra, te sientes de maravilla. Barayo está a tus pies y tú a cubierto.

Antes de Barayo has comido en una terraza de Luarca. Allí permanecen las huellas de los maremotos de febrero y marzo. Ese Museo del Calamar Gigante que visitaste justo un año atrás ahora muestra las entrañas vacías de su planta baja y su primer piso. Está arrasado. Mete miedo imaginar las olas sacando a golpes las pesadas urnas de los calamares metidos en formol. De Luarca y Barayo pasas a Ribadeo. En O Cabazo pasaste una noche en 2013. Ahora serán tres. Este hotel da la espalda al núcleo central del pueblo mirando hacia la ría, es amplio, bonito y con unas vistas espectaculares. Toca cenar temprano. Pero, ¿podrás sentarte en Casa Villaronta? El restaurante estrella de Ribadeo, una sencilla tasca, tiene tal éxito que ya no cogen reservas. Hace un año te sentaste en uno de sus cuatro toneles de la calle por los pelos. Este viernes te asomas a las 8.45 de la tarde y la misión resulta fallida. Está lleno y con cola. Ni te planteas hacer cola. Vas al plan B: en la misma calle, al otro lado de la plaza mayor, O’Trasmallo, un bar amplio con comedor, de esos de techo alto, antiguos, con encanto. El pulpo está espectacular (mejor que el de Villaronta incluso según comprobarás al día siguiente) y el lacón también. Un poco salado pero rico. ¿Y ribeiro? Pues litro y medio, oiga. Para qué pedir media jarra si luego vas a pedir otra media. Directamente la grande, que se va vaciando como si fuera agua. Está animado Ribadeo por la noche. Hay terrazas llenas. Bullicio. Un gran campamento base para irte a las playas de la zona, comerte el arroz caldoso con bogavante de Rinlo, acabar con las reservas de pulpo y pasear por la ría del Eo.

También está a tiro de Grandas de Salime, a hora y diez atravesando los Oscos, un viejo plan que cumplirás el domingo. Si Taramundi es el más allá; Grandas está en la cuarta dimensión. Oculta dos grandes tesoros. Pero solo podrás ver uno…

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


septiembre 2014
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
2930