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Adrián Ausín

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(Adolf) Villa y sus secuaces

Cuando ibas a sus ruedas de prensa en Oviedo no sabías muy bien si estabas ante Adolf Hitler o Groucho Marx. La puesta en escena era dictatorial, con aquel gesto duro y aquellos patéticos secuaces que le flanqueaban, con los brazos extendidos y mirada desafiante, como si ocultaran una pistola en el cinto. Pero la oratoria entrecortada te producía una risa indignada. Tenía José Ángel Fernández Villa un verbo burdo, inconexo, deshilvanado e inverosímil. Costaba trabajo seguir una línea argumental coherente en aquellas comparecencias de dos horas en las que a Cagonmimanto le importaban bien poco los quehaceres de los convocados. El líder quería hablar. Y había que escucharlo sí o sí, como si estuvieras ante Fidel Castro o el mismísimo Adolf, a quien imitaba quizá inconscientemente. Subía y bajaba su tono como un volcán, subía y bajaba su mano amenazante sin saber muy bien a quién se dirigía. ¿Tanto poder tiene este ridículo personaje? ¿Cómo se consiente esto? ¿Y los patéticos matones que le acompañan? Lo comentabas con algún colega al salir de la rueda de prensa con grandísimas dudas acerca de cómo titular aquellas dos horas de desvaríos de Josiángel Fernández Villa, quien, sin falta de saber entonces que engordaba una cuenta en Suiza, era ya un tipo ridículo, un poderosísimo gañán, un líder minero mesiánico al que no tosía ni dios para tu infinita perplejidad.

Durante decenios Villa controló el sindicato, controló el partido y controló el Principado. Durante decenios, Villa controló las contrataciones en la mina, en el economato y en las instituciones públicas. Durante decenios Villa tuvo la última palabra (y quizá también la primera) en la administración de los fondos mineros, que han esparramado millones de euros en la Cuenca de las formas más disparatadas. Durante decenios Villa, todo hay que decirlo, logró para los mineros jubilaciones de oro, que en caso de extenderse a otras profesiones quebrarían las arcas del estado. Ser del SOMA ha sido en la Cuenca patente de corso para lograr el puestín, para vivir del cuento. Ser de otra cosa ha sido duro. Y todo ello con las formas sicilianas más puras, con los trapicheos más burdos, con una estructura de poder omnipresente en todos los órdenes de la vida. Así hasta que llegó el escándalo, hasta que Josiángel, en un gesto muy poco inteligente, decide blanquear sus ‘ahorros’ en Suiza cuando bien podría habérselos traído en fajos, igual que los llevó.


La segunda parte del cuento es igualmente patética. Difundido el escándalo, los hijos políticos y sindicales de Villa se apresuran a dar ruedas de prensa para repudiar a su padre político y sindical, e incluso anunciar su expulsión del PSOE y el SOMA. Ni siquiera han hablado con él. O eso dicen. Sus ruedas de prensa denotan dos cosas. Una, que sabían perfectamente lo que se les venía encima. Dos, que están aterrorizados por los efectos electorales. De ahí que renieguen del líder con tanta celeridad. Si no tuviera 71 años y estuviera enfermo en la cama, no se habrían atrevido a tanto. Ahora falta saber con quién actuó Villa, en compañía de quién desvió fondos hacia su bolsillo. No habrá que buscar muy lejos de estas dos organizaciones que han ‘gestionado’ los intereses de Asturias durante tanto tiempo.

La última reflexión es la más terrible de todas. Ese millón cuatroscientosmil euros de Suiza quizá sea solo una cereza. Lo ha dicho Antón Saavedra, el de la boina, ex de IU y ex del Parlamento asturiano, quien ha hablado siempre con claridad de los trapicheos. “Esto es solo la punta del iceberg”. Gómez Fouz, antaño boxeador y ahora escritor, publicó para más recochineo hace años en su libro ‘Clandestinos’ que José Ángel Fernández Villa fue chivato de la policía durante el franquismo, lo cual el líder sindical nunca se atrevió a desmentir. Otras personas bien informadas cuentan infinidad de irregularidades. Cuentan que en la nómina de Cajastur figuran esposas de sindicalistas a razón de 60.000 euros al año. Cuentan que en El Musel metieron mano en la caja absolutamente todos y que la única empresa que se negó a hacerlo lo denunció en las más altas instancias del PSOE asturiano sin recibir atisbo de susto por la noticia. Cuentan que otros que ocuparon el Gobierno asturiano hasta hace bien poco andan haciendo grandes negocios en Latinoamérica. Cuentan que existe una cosa llamada ‘caso Renedo’. Cuentan que un líder sindical asturiano gasta zapatos de 200 euros, esquía en Suiza, ha colocado a mujer e hijos en las instituciones y se sentaba hasta hace dos días en la zona vip de El Molinón. Cuentan que en Gijón gastaron casi 90 millones en unas cocheras de EMTUSA que eran solo un hangar. Cuentan que en la EMA se robaba a manos llenas. Cuentan tantas cosas de esta oligarquía sindicosocialista asturiana y de su patética alternativa de derechas (que aupó a un tal Fernando Goñi, incapaz de aprobar octavo de EGB a la primera e incapaz de acabar la carrera, a la presidencia de la Junta General del Principado; ojo, sustituido ahora por un fontanero) que te apetece hacerte noruego. ¿Tendrá solución algún día esta Asturias corrupta, analfabeta y tiñosa? Habría que barrerlo todo y empezar de cero.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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