Su altura, 2.931 metros, no asusta. Es poco más que el Torrecerredo, la cima de Asturias. Sin embargo, tiene ingredientes que lo hacen mágico. Está en la Antártida, en mitad de un paisaje blanco del que emerge vertical como un cuchillo con varias aristas. Las paredes, el viento y el frío (menos veinte un día cualquiera) lo convierten en una fortaleza inexpugnable para el hombre, que apenas había reparado en él. Los noruegos lo bautizaron como Ulvetanna (colmillo del lobo) en 1994 y desde entonces solo registró dos ascensiones por sus rutas más amables. En enero de 2013, el escalador británico Leo Hounding se embarca en la aventura de subir el Ulvetanna por la arista nordeste, la más difícil. Reúne a cuatro expertos montañeros y se van para allá acompañados de un director de cine, Alastair Lee, que inmortalizará la ascensión en ‘The last great climb’, película documental proyectada ayer en el Teatro Jovellanos en la sesión inaugural de la 37 Semana Internacional de Montaña de Gijón.
Las imágenes son espectaculares. Los cuatro protagonistas son tan frikis de la montaña que en ningún momento transmiten mayor dificultad que el frío o un cierto cansancio cuando reposan, en plena ascensión, en las dos tiendas de campaña instaladas en un pequeño hueco. De la dificultad técnica no dicen ni mu. De modo que la aventura tiene final feliz, con los cuatro abrazándose en este pico sacado del ‘Episodio I’ de ‘La guerra de las galaxias’. Si la subida es épica, la grabación también lo es. El reportaje hilvanado por Lee está fantásticamente construido y las imágenes de la Antártida te dejan con la boca abierta. En la Tierra, recalcan al final, aún quedan cimas por explorar, rincones donde el hombre no ha puesto aún sus manazas. Cuesta trabajo creerlo. En el caso del Ulvetanna, faltaba una ruta por practicar, la más difícil. No parece fácil encontrar muchos casos más.
En esta Semana de la Montaña que organiza el Club Torrecerredo hoy hablará en el Teatro Jovellanos Ramón Larramendi, el primer español que realizó expediciones en regiones polares: el Ártico y la Antártida. Recorrió 14.000 kilómetros en trineo durante tres años (1990-93) desde Groenlandia hasta Alaska, inventó el catamarán polar y el pasado verano circunnavegó Groenlandia por el hielo a bordo de un vehículo eólico. Decía ayer el presentador de estas apasionantes jornadas que Larramendi sería sir en Inglaterra, mientras en España es un perfecto desconocido. Y no le faltaba razón. (Aquí ponemos medallas a personajillos de tercera, pero esa es otra historia). En la vida de Larramendi, en el Ulvetanna hay un gran espacio para soñar. No se trata quizá de organizar una expedición a la Antártida, pues seguramente nos faltarán fondos, equipo y aptitudes. Pero queda algo en la retina, cuando ves estas imágenes, que te anima a no quedarte parado, no sucumbir a la rutina, no dejarte llevar por la inercia. Hay que tener proyectos, ideas, ambiciones. Y llevarlos a buen puerto.
El primero de todos es ir a escuchar hoy a Ramón Larramendi a las ocho de la tarde en el Teatro Jovellanos. El segundo, hacer algún plan en un paisaje nevado. En 2013, en Semana Santa, hiciste dos rutas con raquetas de nieve por la montaña leonesa. Tales fueron las sensaciones que a la vuelta compraste dos juegos. Pero están en el trastero, sin estrenar, un año después. Así que la primera aventurilla blanca en versión casera, aparte de ir a Pajares, será perderte en diciembre por algún paisaje blanco de la Cordillera Cantábrica. Quizá, de repente, emerja el Ulvetanna a la vuelta de cualquier camino.