(Viaje por Alemania y Austria 2)
Si un alemán hace el saludo hitleriano se enfrenta a una multa de 4.500 euros. Si utiliza simbología nazi será acusado de un delito penado con cárcel. En el colegio, los niños estudian la primera y la segunda guerra mundial de forma concienzuda. Antes de terminar sus estudios, acudirán con un profesor a un campo de concentración donde les contarán con pelos y señales lo que allí sucedía. También se lleva a los colegios a la Dokumentation, el museo (crítico) sobre el nacionalsocialismo abierto en Obersalzberg, a 3 kilómetros de Berchtesgaden, donde Hitler tenía su cuartel general ‘de verano’. Los alemanes no quieren que la historia se tripita. Y la educación es, sin duda, el mejor antídoto. También brindan sutiles homenajes a las víctimas del nazismo. De todo ello te dan una clase magistral durante la visita guiada que contrataste desde España, vía internet, sobre el Munich del III Reich. La conductora de la misma es una madrileña llamada Lucía que hace su trabajo a las mil maravillas. Te citan a las diez de la mañana en la Karlsplatz y no te sueltan hasta la una y media.
Lo primero es explicar el contexto histórico de humillación y bancarrota en el que prospera el partido de Hitler. Obtiene el poder con el 33% de los votos (o sea, dos tercios de los alemanes no le apoyaron), pero al instante crea una estructura asfixiante para dejar claro a la población que quien no le apoyase sería perseguido hasta la muerte. A continuación, el primer homenaje. En el Palacio de Justicia, la habitación donde fueron juzgados los miembros de la Rosa Blanca (Ver película ‘Los últimos días’) continúa intacta 72 años después. Cualquier ciudadano puede entrar a visitarla. Allí cuelgan de la pared las fotos de los cinco estudiantes y el profesor detenidos y ejecutados por distribuir pasquines en la Universidad denunciando las atrocidades del nazismo. Sobre una mesa, hay fotocopias de esos pasquines, que también están reproducidos en el suelo a las puertas de su Universidad, que les dedica en su interior una escultura y un busto de la chica del grupo acompañado de una rosa blanca que se renueva a diario. Los alemanes no quieren olvidar.
La siguiente parada es la Plaza del Rey, donde tuvieron lugar esos desfiles que se ven en los documentales, la quema de libros y otros mil actos de partido. Frente a ella quedan en pie dos edificios de la época, de los pocos que sobreviven en Munich, donde Hitler tenía su despacho. Más tarde visitarás el Kunsthous (Museo de Bellas Artes) concebido al detalle por el propio führer, pintor frustrado, con mobiliario de la época en su cafetería, que esquivó los bombardeos aliados al ser cubierto con una malla verde para que pareciese una prolongación del parque colindante. La visita continúa en la Odeonsplatz, donde Hitler fue neutralizado en su intento de golpe de estado de 1923 (el Putsch), que le llevó a la cárcel. Hubo veinte muertos en los enfrentamientos con la Policía, 16 del bando insurgente, que serían homenajeados largamente durante el nazismo. La última escala es la Hofbraühaus, la famosa cervecería donde empezó todo. En su segunda planta, el 20 de febrero de 1920 tuvo lugar el acto fundacional del partido nacionalsocialista.
No cuentas más para no pisar al cien por cien la extraordinaria visita guiada de Lucía, quien acompaña las explicaciones de cada sitio con fotos históricas de ese mismo lugar en los años 30 y 40. Muchos alemanes, según te cuentan, están un poco hartos del tema. Lógico. Sin embargo, resulta difícil sustraerte a la historia y dedicas dos de los cinco días de estancia en Munich a aproximarte lo que fue el III Reich en la ciudad talismán de Adolf Hitler. Es una historia tan tremenda, tan cruda, tan despiadada que no puedes evitar meter la nariz en ella. En Gijón, antes de iniciar el viaje, le habías dicho a la esposa que no querías ir a Dachau, el campo de concentración construido a veinte kilómetros de Munich, el primero de todos, el prototipo. Te parecía demasiado desagradable. Sin embargo, tras concluir la visita guiada con Lucía, no puedes evitar contratar la visita a Dachau para el día siguiente. La experiencia será sobrecogedora. Pero en una mañana aprendes más que en todas las películas vistas sobre la II Guerra Mundial. Con la base del cine y de la lectura, profundizas en los detalles de los campos de concentración hasta niveles espeluznantes. En Dachau, donde murieron 41.000 seres humanos, 604 españoles, está la visita obligada del día siguiente. No apta para todos los públicos.