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Adrián Ausín

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Mi amigo el cuervo

Ahí está. Acaba de caminar por el prao, recién segado, como Pedro por su casa. Avanza con gracia. Le pesa el culo. Tiene tal envergadura que se va ladeando ligeramente a izquierda y derecha. Tú vas con el cortacésped por la zona pendiente y cuando estás a solo tres metros abre sus alas y se posa entre las ramas de un manzano joven, dándole un extraño aspecto pues su silueta negra tal parece el güito de un aguacate. No ha elegido bien. Se ha subido al primer árbol que tenía a tiro, demasiado pequeño para tu tamaño, así que cuando le saludas al pasar al lado el cuervo contesta un tanto incómodo.

—¿Qué hay?
—… Aquí estamos.
—Hace buena temperatura.
—Eso parece.

Das cuatro vueltas más, finalizas la tarea y apagas el costacésped. El cuervo ha aprovechado la distancia para bajar del pequeño manzano, pasear otro poco, picotear algún elemento que no divisas (quizá algún gusano) y subirse a otro manzano mayor, donde parece encontrarse más proporcionado. Vuelves a ver si intimas un poco.

—¿Qué tal los chavales? Hace un rato que no los veo.
—… (No dice nada, pero hace un gesto con el pico hacia el prao vecín en el que intuyes una crítica por su alejamiento).

Entonces aprovechas para provocarlo. Y sueltas: “Cría cuervos”. Esperas que él complete el dicho: “Y te sacarán los ojos”. Mucho pedir. Sin embargo, te lanza una mirada enigmática, tristona, no sabes si de asentimiento con el refranero. Intuyes que tu tiempo se acaba. De modo que intentas ganarte a este adulto corvus corax con una oferta gastronómica irrenunciable.
—¿Te gustan los topos?
Asiente, aunque ladea un poco el pico para matizar que resultan muy dificiles de cazar, al no salir apenas del subsuelo. Es tu gran oportunidad. Bueno, resulta que yo cazo uno o dos a la semana con un eficaz artilugio. Si gustas, te los dejo en esta misma rama. Mueve la cabeza de arriba abajo mientras emite un feliz graznido. Comienza a aletear a modo de despedida. Y dice:
—Va a haber que ir yendo. (Intuyes que la muyer tiene ya el alimento preparado en su anidamiento).
—Yo voy a recoger también, que tengo la comida sin hacer.

Levanta el vuelo y se marcha. Te vas de Arroes con la idea de haber hecho un buen amigo, un córvido adulto que camina como un paisano por el prao. Al día siguiente no aparece. Pero tienes una víctima en tu cazatopos y se la depositas en el lugar convenido. Al otro, encuentras la rama vacía. Estás ensimismado pasando la mano por la corteza, cuando te sorprende un aleteo a tu espalda. El cuervo se ha posado sobre la hierba y cuando giras la mirada emite un discreto:
—Qué hay.
Le miras fijamente, estudas su perfil y tomas una decisión bautismal: te llamaré Varuzakis. Empieza a fraguarse una sólida amistad.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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