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Adrián Ausín

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Momentos Coppola

Ha habido varios Momentos Coppola en la última semana. En primero, el pasado sábado, en el antiguo Concesionario Renault de Oviedo, donde proyectaron ‘La ley de la calle’ en versión original. El techo abovedado, el cine improvisado, las cervezas asturianas y las microhamburguesas le dieron a la película la atmósfera adecuada. El film es una obra maestra en blanco y negro, por sus planos, sus actores, su ritmo, su música y su historia pandillera. Una obra maestra que no conocías, lo que redobló el disfrute. Al día siguiente, segundo momento Coppola. Al mediodía, en la plaza Porlier, de nuevo en Oviedo, música en directo de las bandas sonoras del genial director italoamericano tras un pasacalles por el casco antiguo. Un Oviedo distendido de vermú coppoliano al aire libre relajado y alegre. Ya puestos, el vermú se convirtió en comida en Trascorrales, en esa Mezquita donde uno viaja gastronómicamente a Cádiz. Y de retorno a Gijón, tras un paréntesis, más Coppola. En los Cines Centro, reabiertos para la ocasión, ‘El Padrino I’ en versión original. Una maravillosa experiencia escuchar la cavernosa voz original de Marlon Brando, así como a su enigmático delfín, Al Pacino. Tan maravillosa que cuando salió el rótulo The End la película se te había hecho corta pese a sus tres densas horas de metraje.

El cuarto Momento Coppola fue el más especial de todos. Anoche, en el Teatro Jovellanos, Francis Ford Coppola mantuvo una hora de conversación con sus admiradores gijoneses, que le aplaudieron con entusiasmo como lo que es: un titán, un genio capaz de acumular en su bagaje vital varias obras maestras de la historia del cine (Apocalypse Now, El Padrino I, II y III, Drácula, La ley de la calle…). Primero le entrevistó Rodrigo Cortés. Luego el público. Y finalmente conversó con Maribel Verdú, coprotagonista de ‘Tetro’. Grande, gordo, de humanidad desbordante, con un calcetín rojo y otro amarillo, este hombretón de Detroit que, a sus 76 años, recuerda a Orson Welles (al que admira), no dejó de contar cosas interesantes. El fracaso es parte del éxito, pues siempre se aprende de él. El miedo nunca te debe impedir seguir adelante. Debes hacer aquello en lo que crees, salga bien o salga mal. Él se forró y se arruinó varias veces en una densa vida en la que ha sido director, productor y guionista de cine, vinatero, hostelero, cocinero, hijo de compositor y padre y tío de actores… Contó Coppola muchas pequeñas cosas de su vida. La primera película que le entusiasmó fue ‘Blancanieves’. Su padre cambió de casa veintitantas veces y eso le impidió tener amigos. Su hermano mayor era su ídolo y siempre quiso ser lo que decía él, de ahí que en una etapa de su niñez quisiera ser médico y en otra ingeniero aeronáutico pese a suspender en álgebra. 

Entre unas reflexiones y otras, Coppola deslizó un par de veces su lamento de que no podía ver la cara a la gente al estar iluminado solo el escenario. Pese a mostrarse muy cómodo en su butaca con un acertado Rodrigo Cortés, insistió en esta apreciación y entonces se hizo la luz. Qué teatro más bonito, que gente más guapa, me gustaría ver una ópera aquí. El mediático director se encontró aún más a gusto. Y lo dejó patente contando muchas pequeñas cosas. Comparó el cine con la comida (esto es como cuando cocinas para otros, tú lo haces como a ti te gusta, luego será un éxito si a tus invitados también les gusta). Constató diferentes actitudes ante el rodaje de los actores americanos y los europeos. Los americanos, se lamentó, quieren que el director sufra con ellos. Anotó, por ejemplo, que Robert Duvall solo quería grabar una secuencia una o dos veces, mientras Warren Beatty, unas 80. Imagínense, ironizó, trabajar con los dos a la vez, lo cual, precisó, él no sufrió.

Cuando la tertulia estaba en su punto culminante asomó en el escenario Carlos Núñez, que deleitó a Coppola y a todos los presentes con una acertada versión celta in crescendo de un tema de El Padrino. Las palmas del público y el baile del violinista llevaron el tema al éxtasis. Parecía que acababa el acto cuando irrumpió Maribel Verdú. Y llegaron de nuevo las confesiones. La actriz reveló cómo en aquellos Óscar a los que acudió con ‘El laberinto del fauno’ de repente una mano le tocó por la espalda y cuando se dio la vuelta le tenía ante sí. Él quería felicitarla por su trabajo y ella le replicó: “You are the king”. Apenas sabía inglés para profundizar en la conversación. Pero unos meses después estaba en México DF de vacaciones con su marido y recibió la llamada de su representante. Coppola les invitaba a pasar el fin de semana en Flores (Guatemala). Allá se fueron y lo pasaron bomba. Así llegó la invitación poco después para coprotagonizar ‘Tetro’ . Entonces Maribel Verdú se aterrorizó. El reto, confesó anoche, le pareció excesivo, máxime cuando apenas chapurreaba el inglés. Dijo sí por su marido, su familia y sus amigos. Y cuando se quiso dar cuenta estaba viviendo con Coppola, un mes antes de iniciarse el rodaje, en Buenos Aires. El director la llevaba a diario a ella y a más actores de comilona a un sitio y a otro, cuando no cocinaba él. Así empezó la química. De modo que cuando se inició el rodaje la Verdú estaba ya rodada en esa nueva dimensión hollywoodiense. Luego llegaron los problemas entre los actores europeos y americanos, pues su ‘oponente’ en la película no le facilitaba las cosas y ella, que se llevaba los diálogos empollados, no sabía muy bien cómo salir cuando él cambiaba partes del guión. Pero al final llevaron el asunto a buen puerto.

La tarde con Coppola en el Jovellanos, con la reina Letizia entre el público como una fan más, resultó fascinante, como un extraño sueño hecho realidad. Queda esta tarde el quinto Momento Coppola en el Teatro Campoamor. Allí estarás por una vez contemplando en directo una ceremonia en la que se honrará una trayectoria que resiste muy pocas comparaciones, además, por supuesto, de las del resto de los premiados, entre los que también sobresalen las atinadas reflexiones del filósofo Emilio Lledó, la aportación de Wikipedia o el genio de Leonardo Padura materializado en su obra cumbre, ‘El hombre que amaba a los perros’. O el ejemplo de los Gasol, pese a su ausencia, representados por su padre, que a buen seguro es un paisano de una pieza. Antes de los Cinco Momentos Coppola referidos hubo otros a lo largo de los años: los de sus películas vistas en cines que ya no existen. En los Hollywood, en el Arango, en el Robledo, en el María Cristina… Que este homenaje al cine, encarnado en su persona, sirva para impulsar un proyecto de recuperar una sala, tan solo una siquiera, en el centro de Gijón.

Las tres fotos inferiores son de Jorge Peteiro (compañero y sin embargo amigo).

 

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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