En la Vega de Ario, uno de los rincones más apartados y bellos de los Picos de Europa, a tres horas y media de marcha desde el Lago Ercina, se produjo ayer martes un pequeño milagro musical. A las tres de la tarde, con el sol y las brumas intercalándose, el silencio de la alta montaña se vio quebrado, de repente, por el sonido de una trompeta. Unos suaves acordes llegaron hasta el refugio desde la mitad de la majada. Un hombre había comenzado a tocar la trompeta y el ganado se le aproximaba como por ensalmo. Tras un maravilloso primer tema, vino el segundo. Las notas eran inconfundibles: “Solamente una vez / amé en la vida / Solamente una vez / y nada más…”. Todo ello con una cadencia suave, melódica, embriagadora en un paraje salpicado de calizas, neveros y praderas verdes, con la imponente vista de los Urrieles (Torrecerredo, Llambrión, Tesorero) a un lado, la quebrada que cae a la ruta del Cares ante los ojos y la única compañía de un montón de vacas. En el refugio, la música despertó al instante la atención de sus cinco habitantes: los dueños (Mari e Ignacio), dos gijoneses y un gallego. Todos se levantaron hacia el vallado atraídos por los sones de la trompeta y los gijoneses, hipnotizados, empezaron a caminar hacia este músico espontáneo aparecido como un flautista de Hamelín.
Anton Huber, un simpático alemán de Kirchanschöring (enclave muy próximo a Salzburgo), ataviado con sombrero panameño, les recibió sonriente. Entonces comenzó una compleja conversación en inglés, francés y español que fue aclarando los misterios de este teutón vecino del Tirol. Hace años, un amigo de Anton empezó a caminar desde Alemania hasta el Camino de Santiago. Cada verano hace un tramo. Y éste, con los 70 cumplidos, prevé llegar a la catedral el 10 de junio. Anton y su mujer no han dudado en ser testigos de la gesta y van lentamente, con escala en Asturias, camino de presentarse en la plaza del Obradoiro por sorpresa para esa fecha. Otros colegas del alemán andarín acudirán también a la cita, pero lo harán viajando en avión. Ese es el divertido motivo que ha llevado a Tom, como se presenta, a recorrer los Picos de Europa camino de su cita compostelana.
Tras las presentaciones y las explicaciones, el trompetista alemán pide a los gijoneses que le acompañen con el ‘Asturias patria querida’. “No vamos a estropear la canción”, se excusan los autóctonos. Así que Tom la toca primero en solitario, con el ganado atento a las estrofas musicales de la canción más popular de esta tierra. Y de otras. Luego los gijoneses le replican a dos voces para dejar constancia del conocimiento del tema, haciendo un gran esfuerzo para no desentonar.