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Adrián Ausín

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Autocine de Gijón. Una fila de coches forma una alegre caravana para ver la película del día: ‘La fiesta de las salchichas’. Dentro de muchos vehículos hay padres con niños, pues han leído que la ‘sala descubierta’ de La Providencia pone un film de animación y les ha parecido un buen plan llevar a toda la familia. Empieza la proyección y diez o quince minutos después la caravana es en sentido inverso. Las familias abandonan el autocine despavoridas tras constatar que han metido un gambazo de época al contemplar atónitas los primeros chistes soeces, tacos continuos y escenas sexuales protagonizadas por productos de carnicería, bollería, patatas… ‘La fiesta de las salchichas’ no es lo que pensaban, no es precisamente una producción de Walt Disney, sino algo muy diferente. Pese a su engañoso formato de dibujo animado, es cine para adultos. Si se hubiesen documentado un poco más antes de salir de casa, se habrían dado cuenta. En internet lo pone muy claro. «Desenfrenada, atea y necesaria». «Chistes de pollas». «La última gamberrada de Selt Rogen». «Comedia de animación para adultos»…. E incluso: «Espectáculo de humor muy oscuro, uso de drogas, sexo sadomaso y bromas sexuales muy turbias». Pero el cartel de ‘La fiesta de las salchichas’ quizá sea a golpe de vista lo suficientemente ambiguo como para animar a un padre a llevar a sus churumbeles al cine pensando que también él se pasará un buen rato. Lo ocurrido en el Autocine este mes de octubre es un hecho real, no de película y constituye simplemente una prueba de cómo a veces andamos a carreras y no planificamos del todo bien nuestros pasos. Te guías por una primera impresión, por un fotograma y pegas un patinazo de época.


Ver una sexi bollo andante con los labios pintados hablando de «un superpollazo» o a una salchicha semicomida recriminar al humano que le ha pegado un bocado diciéndole «ya no tengo patas, ¡me las has comido hijoputa!» evidentemente tiene su gracia. Pero para un padre puede resultar un pequeño shock llevar a ese espectáculo de forma inconsciente a sus hijos de corta edad, que quizá hasta lleguen a llorar cuando vean cómo una madre se lleva a la boca dos minisalchichas y tras un primer plano bucal donde se muestra claramente cómo las tritura con sus dientes, las salchichas paternas gritan desconsoladas: «¡Se come a los putos niños! ¡Se come a los putos niños!».


Ni en el Autocine ni en otras salas han engañado a nadie. Sin embargo, la película ‘La fiesta de las salchichas’ (en cuyo cartel se lee en la parte superior ‘Solo la puntita’) ha tenido acaso una buena moraleja para quienes han acudido a verla. La primera, documentarse un poco más antes de ir al cine o a cualquier espectáculo, en especial sin van niños. La segunda, confirmar algo que todos pensábamos en mayor o menor medida. Las salchichas nunca han tenido buena prensa. Todos dudamos acerca de sus contenidos reales. Y cuando ellas se han decidido a hablar no han hecho sino confirmarlo: ¡Sacaron lo peor que llevaban dentro!

(Publicado en EL COMERCIO el 28 de octubre de 2016)

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Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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