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Adrián Ausín

Campo y playu

Juan Pablo II resucita en San Lorenzo

Si Antonio acudiese a trabajar ataviado con la mitra o el solideo, San Lorenzo podría emitir un fervoroso clamor: «¡Habemus Papa!». A Antonio, un polaco de 47 años cuya localidad natal dista apenas setenta kilómetros de la de Karol Wojtyla, mucha gente le saca parecido con el canonizado Juan Pablo II. Sin embargo, él discrepa. «Me lo dicen en la playa y también en la calle. Pero a mí no me lo parece».

60-papaLo cierto es que para su pueblo, Katowice (mil habitantes), el encumbramiento de aquel cardenal de Wadowice (diecinueve mil) a la cúpula del Vaticano fue todo un acontecimiento allá por 1978. Antonio tenía entonces apenas ocho años. Creció con un Papa polaco de su misma región, Silesia, y esto hizo mella tanto en él como en su pueblo. «Yo soy cristiano y para nosotros fue un motivo de orgullo. Él ha sido un Papa ‘para todos los siglos’», explica en su rudimentario, pero claro, castellano.
Antonio fue minero en Silesia. Luego las cosas se pusieron feas. Empezó a cerrar todo y algún compañero le habló de Asturias. Compró entonces un sencillo manual de castellano «para aprender las palabras importantes», cogió el coche y se plantó en Mieres del Camino, donde esperaba volver a bajar a la mina. Sin embargo, acabó en la construcción. Eso fue hace nueve años. Desde hace cinco, vive en Gijón, donde le cautivaron «el mar, la playa y el festival de aviones».

Pese a estar «muy a gusto» en la ciudad, a Antonio le falta algo fundamental: «Un trabajo fijo». En su expediente laboral figura un poco de todo: la mina, la construcción, la hostelería… «Yo no sé estar parado, necesito hacer algo», insiste. De ahí que ahora, mientras cobra un subsidio para mayores de 45 años, aprovecha su tiempo despachando hamacas en San Lorenzo. Es su forma de agradecer a la Asociación Gijonesa de Caridad sus ayudas esporádicas en forma de alojamiento o manutención. «Ellos me ayudan;yo les devuelvo el favor».
Todos los meses, este afable polaco envía currículums a diversas empresas de contratación temporal sin perder la esperanza de lograr un empleo que le dé la estabilidad deseada. Entretanto, tiene alquilada una habitación en un piso en el centro de la ciudad y, también, una novia con la que comparte sus pequeñas alegrías.
También viaja a Polonia. Dos veces al año, toma el coche y recorre de un plumazo, en 34 horas, los 2.800 kilómetros que separan Gijón de Katowice. Fallecidos sus padres, allí tiene hermanas, sobrinos y amigos. No le gusta, sin embargo, la Polonia actual. «El Gobierno está fatal y el pueblo está picado». En España, pese a tener también lo suyo, ve las cosas de otro color. Sobre todo en la playa de San Lorenzo y especialmente en julio, cuando se celebra ese festival aéreo que le tiene cautivado. A Antonio solo le falta un empleo para completar su felicidad. Mientras llega, despacha hamacas e irradia bondad al estilo silesiano, como aquel ilustre vecino suyo que un buen día llegó a ser Papa.

 

(Publicado en EL COMERCIO el viernes 1 de septiembre de 2017)

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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