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Adrián Ausín

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Gaviota al acecho

El caso de Mónica ilustra la situación. «El dueño me avisó, pero no me lo creí hasta que me vi dando un salto y gritando como una chiflada. La gaviota se había tirado en picado para cogerme el pincho». El susto de esta gijonesa es moneda corriente este verano en Concepción Arenal, una plácida calle peatonal a la espalda de la iglesia de San Lorenzo con un par de terrazas elegidas por muchos precisamente por estar aislada del mundanal ruido en pleno centro de la ciudad.

img-20170831-wa0004Una gaviota, siempre la misma según los testigos («tiene una pata más gruesa que la otra»), ha venido a quebrar esa paz sin ningún miramiento. Las descripciones no dejan lugar a dudas. «Es agresiva». «Tiene una actitud desafiante». «Camina como si fuera la dueña de la calle». «No se corta un duro». «Está aquí todos los días».

 img-20170831-wa0003El café de la Academia es su principal víctima. La terraza es descubierta y la gaviota cae en picado sobre sus mesas en cualquier momento. «Hoy mismo le llevó el cruasán al pescadero del Arco y rompió un plato», cuenta la dueña del negocio, Ana María Casais, quien sitúa la franja horaria más activa de la gaviota entre las doce y las cinco. La situación, indica, viene de atrás, pero este verano se ha disparado «y la gente se queja». Además de los problemas con la clientela, el parte de guerra es continuo. «No te puedes imaginar la de copas que nos rompe».

 Hace apenas tres semanas, los hosteleros y el Consistorio local anunciaron la campaña ‘Tengamos la tapa en paz’, pero Casais es totalmente escéptica con medidas como proteger el pincho con una especie de colador. Pues lo tiran todo igual. 

img-20170904-wa0003A unos metros del café de la Academia está la sidrería parrilla Alberto. Su terraza está cubierta por un amplio toldo y esto dificulta los picados de la gaviota. Sin embargo, un día reciente se las ingenió para atacar un plato de calamares dando un susto de muerte a los comensales. Aquí, explica una de las camareras, se la ve más en la papelera de enfrente, donde ha tomado el hábito de sacar toda la basura y esparcirla por la calle.
Llegados a estos niveles, la pregunta es clara: ¿Nadie ha dado un escarmiento al bicho? Casais intentó un día arrearle un escobazo sin éxito y esta semana le lanzó un plato de plástico (los de dar el cambio) también sin éxito. En esta excesivamente civilizada indecisión de los sufridores de la calle Concepción Arenal, quizá fuera buena terapia bautizar a la gaviota con un nombre incitante para pasar a la acción sin más remilgos. ¿Qué tal ‘Puigdemont’? Pues el problema de las gaviotas, y las palomas, en Gijón ya no es solo cuestión de huevos. Parece hacer falta algo más.
Entretanto, sin Feria, sin Semanona, sin Hípico; los gijoneses ávidos de estar en todas las salsas tienen un espectáculo garantizado en Concepción Arenal. Basta que se pidan un café y un bollo o una caña y un pincho y se sienten distraídamente en una de sus terrazas.
(Publicado en EL COMERCIO el viernes 8 de septiembre de 2017)

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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