En la inauguración de ‘La lloca’, allá por 1970, Ramón Muriedas fue el gran ausente. Una inoportuna gripe impidió su asistencia. Sin embargo, la lluvia inmediata de críticas a su ‘Monumento a la madre del emigrante’ desanimó al cántabro siquiera a visitarla. Llegó incluso a estar en Gijón para su únicaexposición propia en esta ciudad unos años después sin reservar siquiera media hora para contemplar su desgarradora pieza mirando al mar. Jamás se retrató con ella.
Veinte años después, Eduardo Chillida asistió en directo a una nueva crisis artística. En plena puesta de largo de su ‘Elogio’, en 1990, un tal Eusebio propinó un puñetazo al alcalde, Areces, en protesta por los cien millones de pesetas que había costado la hoy emblemática pieza, bautizada enseguida como «el water de King Kong». ¿Qué decir de ‘Sombras de luz’? En 1998, por no haber no hubo ni acto inaugural. Pero sí un azote de críticas y un rápido bautismo: ‘las chaponas’. Al autor, Fernando Alba, no se le pudo retratar con su obra hasta cuatro años después, por iniciativa de este periódico.
El Ateneo Jovellanos inaugura esta tarde un ciclo organizado en colaboración con el Aula de Cultura de EL COMERCIO para dar luz a la escultura pública gijonesa, explicarla y atender curiosidades. Lo harán los propios autores o, en caso de fallecimiento, expertos en su obra que en algunos casos serán sus propios descendientes. La iniciativa es didáctica y muy oportuna. Se trata de entender mejor eso que nos plantaron un día sin mayores explicaciones y aprender a valorarlo e interpretarlo. No es lo mismo ver un día ‘las chaponas’ con el rabillo del ojo que pasearlas durante años e ir sacando matices a su forma cambiante con los andares, sus porosidades, su relación con el mar y con el tiempo… Un sinfín de detalles que en boca de su autor adquieren categoría de tesis doctoral.
El rechazo ciudadano al arte abstracto tiene una base lógica. Aquello que no se entiende, a priori, se descalifica. Yeso, aderezado por el gen autóctono, da rápido paso a la burla, el mote e, incluso, el atentado con bomba, como ocurrió con ‘la Lloca’. Ahora bien, pasan los años, y aunque la ignorancia siga, la pieza pasa a integrarse como un guante en su entorno e incluso a ser objeto de un secreto afecto. ¿Alguien querría quitar hoy las obras de Muriedas o Chillida?
En el Ateneo, de hoy en adelante, podrán escucharse cosas sorprendentes sobre un patrimonio que engrosan autores de la talla de Vaquero, Canónico, Camín, Herminio, Maojo, Noja, Fresno, Gabino o Arenas. Quienes lo sigan nunca volverán a mirar con los mismos ojos las esculturas públicas, ni quizá repitan comentarios de chigre sobre algunas. Los motes, sin duda, tienen su gracia. Pero la pintada, el insulto o la descalificación no vienen nunca a cuento. Toca abrir la mente y, simplemente, escuchar. Muchos se llevarán una grata sorpresa.
(Publicado en EL COMERCIO el viernes 6 de abril de 2018)