Una nave espacial, en cutreversión de cine sesentero, sufre un ataque. El enemigo le ha disparado un rayo láser que produce una explosión en la popa y sus mecanismos empiezan a fallar y a gritar. En la sala de mandos todas las luces se encienden y se apagan en sintonía con un infernal sonido intermitente, entrecortado por los extraños rugidos del motor de la aeronave, el chirriante destello de una especie de radial, los disparos con que replican los protagonistas y los martillazos de un tripulante negro, y bigotón, para desbloquear la puerta.
Esta jaula de grillos, con la que nos describían el futuro hace cincuenta años, se puede revivir de forma gratuita en pleno 2018 en el Hospital de Cabueñes. Basta con que la traumatóloga pida una resonancia para el paciente. La emoción, por llamarla de alguna forma, está servida. Un modernísimo aparato estrenado este año le someterá al cilúrnigo a veinte minutos de ruidos tan dispares, extraños y galácticos (lo de los martillazos es literal) que no dejará de mirar a uno y otro lado a ver dónde está la cámara oculta. ¿Es una broma? ¿Cómo es posible? ¿A qué viene este escándalo? Tal es la situación que, pese a dejar la cabeza fuera del cilindro torturador, las enfermeras dan unos tapones para los oídos a su sufrido, y último, paciente del día antes de iniciar la sesión. ¿Y la otra máquina, la más antigua, mete más ruido o menos? «Parecido», aclararán sonrientes al final.Si los sonidos se asociasen a las correspondencias asimiladas por nuestro cerebro uno no saldría vivo de esta maquinona. La radial lo habría cortado en pedazos y el martillo pilón lo habría aplastado como una lata de Coca-Cola para ser reciclado a continuación al contenedor de orgánicos, con premio póstumo para la familia por la adecuada separación de residuos. Pero no. Cuando extraen al cilúrnigo del tubo futurista éste sigue entero, con sus calzas, sus calzoncillos y ese batín de Ágata Ruiz de la Prada abierto por detrás con el que más que ‘Star Trek’ le pondrían a rodar seguramente ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’.
Cuando se corra la voz de la banda sonora de la ‘maquinona’ de Cabueñes quizá los pacientes en lista de espera renuncien a la rápida llamada del hospital, que la tiene al ingenio trabajando mañana y tarde (antes de que explote). Y acaso aparezca un nuevo público vestido de R2-D2, C-3PO, Darth Vader y Chewbacca. En vez de los Yelmo, los fans del cine aeroespacial ya pueden llevarse las palomitas al hospital.
(Publicado en EL COMERCIO el sábado 28 de abril de 2018)