Todo estalló al hacer una pregunta a Chema (Paradiso) tras comprar un libro. «Oye, ¿tú conoces el elepé de Eric Burdon ‘Every one of us’?». Afirmativo. «¿Y tiene algo parecido?». Afirmativo. La conversación sobre uno de los discos fetiche del cilúrnigo derivó en el encargo de tres más de la etapa 1967-1968 de este monstruo de incomensurable voz y talento llamado Eric Victor Burdon. Cuando llegaron de un plumazo ‘Wilds of change’, ‘The twain shall meet’ y ‘It’s love’ fue como si se hubiera producido una detonación. De tres meses para acá, en casa del cilúrnigo suena, por encima de todo lo demás, Burdon, Burdon y Burdon. Rotundo,
poderoso, melódico, con esos temazos de diez minutos en los cuales, entre músicos negros y blancos de quitar el hipo, emerge como un huracán ese inconfudible vozarrón que arrasa con pueblos, montes y cosechas. Desde entonces ya cayeron tres elepés más –‘Sun secrets’, ‘Mad man’, ‘Declares war’– y están en fase de encargo tres más. ¡Órdago a Burdon!, rey de reyes junto a Bowie y The Doors, que aún está vivito y conciertando a sus 77 rugientes primaveras. Hace unos días, en concreto, en Las Vegas.
Eric Burdon tocó en Gijón el 15 de julio 2006 ante 1.300 personas. Empezó con un temazo (‘Dont let me be Misunderstood’) y estuvo incomensurable, pese a las horrendas reverberaciones del Palacio de los Deportes, todo un atentado para la acústica. Quienes lo disfrutaron lo recuerdan pletórico, con la madurez y la
sabiduría de los 65 años de uno de los grandes del rhythm & blues, blues-rock, psicodelia, funky.. a quien la edad ha ido aderezando, como los buenos caldos, con crepitantes añadidos a sus registros sonoros. Se anunció su llegada en aquella revista llamada ‘Kasnia’ con un completísimo artículo firmado por Martín Cámara, calentó motores José Cezón desde EL COMERCIO dando cuenta de lo vivido unos días antes en Valencia. Y nada. Media entrada. Incomprensible registro para este monstruo británico de Newcastle que, a decir de los expertos, «nunca se ha sabido vender bien». Antes de Gijón, Burdon estuvo en San Mateo en Oviedo en 1984 con unos ‘Animals’ de medio pelo. Y después, en 2013, en el Niemeyer, en un estratosférico directo que apenas reunió a quinientos fans. Uno de ellos, ¡presente!
Dicen de él que tiene malas pulgas. Hace falta tenerlas para cantar ‘Year of the guru’ con esa grandiosidad o para anunciar la peste en un castillo (‘The black plague’) con esa convicción o para elevar a los altares versiones históricas tales como ‘As the years go passing by’ o ‘Dont let me be Misunderstood’, largos, candentes, como un pata de cordero a fuego lento dorada al armónico crepitar de las llamas.
¿Cuál es el secreto de mantener esa voz?, le preguntó EL COMERCIO hace doce años. «El silencio», sentenció. Cuando Eric Victor Burdon rompe la barrera del silencio los relojes se detienen. Uno no puede más que dejarse llevar por ese rugido palpitante que llena todos los rincones. Imposible huir de él. «A guru / a guru / a guru guru guru…».
(Publicado en EL COMERCIO el 7 de diciembre de 2018)